
El buen salvaje
Cachuli
Este hombre consiguió ayer, por fin, ser protagonista absoluto
El hombre que puede vender su propia muerte, he ahí a Julián Muñoz, es un afortunado. Las tumbas se le abrirán, como en sus tiempos las puertas de los locales de Marbella donde firmaba contratos y le daba al pelotazo entre un vaso de vino, un lingotazo de whisky y un apretón de Isabel Pantoja. Ya tiene pagado su propio entierro y eso no es algo que podamos decir todos sin alguna sombra de duda. De pequeño llegaba cada mes a casa un señor que venía a cobrar el recibo «de los muertos». No sé qué fue de aquellos recibos ni que será de mí. Julián lleva una sepultura sin deudas aunque dejó a deber al Ayuntamiento de Marbella 46 millones de euros.
Este hombre consiguió ayer, por fin, ser protagonista absoluto. Nadie podía robarle el plano. Nadie puede interrumpir su entrevista póstuma. Estuvo a la sombra de Jesús Gil, de Isabel Pantoja, de cuando todavía se hablaba del bigote de la tonadillera, fue un paso atrás en la historia, en el lugar que los santuarios guardan el humo. Era uno de esos ladrones que no merece que le escriban un libro ni un obituario canalla. Tenía pinta de tieso aunque guardara millones en bolsas de basura y un olor como de pis que traspasaba las fotos. Últimamente, además, daba pena, pobre hombre, enfermo y decrépito, cuando un sinvergüenza lo que provoca es envidia.
Era Julián Muñoz, Cachuli para los que le trataban de tú a tú orinando en el Rocío, la estampa de una época que apenas ha cambiado. Aquello de la corrupción a lo bruto, como lo que ahora se investiga de un ex alto cargo socialista. Putas, tabaco y cojones. Si en algo destacó el prohombre marbellí fue en seguir el patrón del mastín que se cree lobo y acaba despedazado por la jauría de perros que alimentó, entre ellos algunos con dientes de periodistas con los que amañaba encuentros y declaraciones. Isabel Pantoja, al menos, tiene un disco bueno. Y juntos, no eran Bonnie & Clyde, ni siquiera versión feria de Málaga. Descanse en paz el hombre que se dio tanta guerra. Espero que me perdone.
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