Sin Perdón

La caída de otro dictador

Hay el riesgo de que esta victoria sirva para que el yihadismo se siga extendiendo en la región y acabe con sistemas políticos democráticos

La derrota de un dictador sanguinario como Bachar al Asad podría parecer una buena noticia, pero el problema es que no será sustituido por un régimen democrático. Es otro nuevo elemento que introduce más caos en la desastrosa situación que vive Oriente Medio. Es cierto que la Rusia autoritaria de Putin ha perdido un peón, pero no es tan importante porque está enfrascada en otros frentes y sus intereses geopolíticos han cambiado. En cualquier caso, habrá que ver cómo evoluciona la situación en el futuro. La realidad es que Siria se convertirá, como Afganistán, en otro Estado islámico controlado por Al Jolani, que es un terrorista con un pasado sangriento y sobre el que no se puede esperar otra cosa que odio a Occidente, la democracia y los derechos humanos y las libertades políticas. El régimen dictatorial de la familia Asad deja como legado un país destruido, centenares de miles de muertos, un número incontable de asesinados y seis millones de exiliados. El depuesto presidente y sus colaboradores son unos criminales de guerra que deberían pasar el resto de su vida en prisión. Ha sido acogido por su amigo Putin y gozará de un exilio dorado el resto de su vida.

La descomposición de la dictadura era una realidad desde hace años y se mantenía con enorme dificultad gracias al apoyo ruso, así como de unas fuerzas armadas que no consiguieron controlar el territorio, permitiendo que una importante zona estuviera bajo el mando yihadista, y han sido incapaces de impedir la caída del régimen. A pesar de disponer de recursos cuantiosos y armamento moderno, se ha repetido lo sucedido en Afganistán. El problema de fondo es que es muy difícil que el régimen islamista no se consolide y mantenga su poder durante largo tiempo. La excusa de liberar al pueblo sirio de la dictadura de Asad, una realidad incuestionable, esconde la imposición de otro sistema también totalitario. Hay el riesgo de que esta victoria sirva para que el yihadismo se siga extendiendo en la región y acabe con sistemas políticos democráticos. En estas circunstancias, el apoyar y defender a Israel en su lucha contra el terrorismo es fundamental. La Unión Europea no debería olvidar quién es el enemigo de la democracia y quién es su defensor.

Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE).