El canto del cuco

La campaña interminable

Son las elecciones de un derrotado que se revuelve contra su destino

La campaña electoral arranca oficialmente hoy, San Fermín, con el chupinazo de la pegada de carteles y los mítines de rigor, pero llevamos ya varios meses de campaña. Es una campaña interminable, tan cargante y a destiempo como decisiva. Los políticos están sudando la gota gorda lo mismo que aquellos labradores de mi infancia que salían entre dos luces a segar. Aún los veo en la pieza, en medio del rastrojo, cuando el sol apretaba, segando la mies en manadas a tajo parejo con el cuerpo encorvado, el sombrero de paja, la hoz en la mano derecha y la zoqueta en la izquierda. Aquellos hombres cosechaban el trigo para vivir y estos cosechan los votos para mandar, aunque dicen que lo hacen para servir a España.

Es esta una campaña que tiene sus peculiaridades. En primer lugar, era inesperada. El presidente Sánchez había asegurado por activa y por pasiva que agotaría la legislatura, que no habría adelanto en ningún caso y que las elecciones serían a fin de año, cuando tocaban. Y ya ven: ¡en pleno verano! Dio el cerrojazo fulminante tras la demoledora derrota sufrida por él y su partido en los comicios locales y regionales. Lo hizo para cortar la hemorragia y salvar su pellejo dentro del partido. Son las elecciones de un derrotado que se revuelve contra su destino. Parece lógico que la tendencia bien remarcada en las elecciones de mayo se consolide y refuerce en estas. Por eso, desde el momento de la convocatoria, se da por seguro el triunfo de Feijóo y la derrota de Sánchez. La única duda razonable, fuera de las fantasmagorías «tezánicas», es su alcance o dimensión. O sea, si tendrá mayoría suficiente para gobernar en solitario o necesitará el apoyo de otras fuerzas políticas.

Desde las izquierdas se viene aireando, a este propósito, el espantajo de Vox aprovechando los distintos acuerdos con el PP en Comunidades y Ayuntamientos. Eso ha servido para animar la precampaña y dar un respiro, seguramente pasajero, a Pedro Sánchez, quien ha descubierto en esta ocasión –otra gran novedad– la importancia de los medios de comunicación, que antes rehuía y de los que ahora se aprovecha aunque los abomine. Las elecciones del día 23 vuelven a ser, más aún que las de mayo, un plebiscito sobre Sánchez y el «sanchismo». Lo que está en juego esta vez es si hay que continuar con la política de bloques, después de la experiencia de estos años convulsos, o conviene volver al consenso, «a la centralidad», como propone Feijóo y ha pedido Felipe González, reduciendo la influencia de los extremismos montaraces.