Ely del Valle

Alberto «Guzmán Campeador»

La Razón
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Si el que demuestra valor es un valiente, Garzón lo es por arrobas. Hay que ser muy «echao p´alante» para tomar la decisión de cargarse de un plumazo los últimos restos de aquel eurocomunismo con el que Carrillo se convirtió en pieza fundamental del Tetris de la Transición y convertir a IU en un partido de quinta, que es el puesto que él va a «okupar» en las listas de otro.

Hacerlo, además, contando sólo con el respaldo del 25% de la militancia es de un heroísmo solo comparable al de Guzmán el Bueno, al que no le tembló el pulso a la hora de arrojar a su enemigo el cuchillo para que matara a su propio hijo.

Claro que no todo el mundo piensa en los mismos términos. Hay quien considera que el joven Garzón ha optado por la molicie y que, ante la disyuntiva de ponerse a quitar las telarañas y tapar las goteras del Partenón o coger los bártulos y mudarse a un adosado, no se lo ha pensado dos veces.

Pablo y Alberto tienen mucho en común. Podemos e IU, muy poco, más allá de una imperiosa necesidad de intercambiar votos por escaños, unos porque nunca han renunciado a asaltar ese cielo que ahora ya creen tocar con las manos y los otros porque, como El Cid, pretenden seguir ganando batallas, aunque sea muertos.

Ahora habrá que ver si esta desigual simbiosis aguanta los hilvanes. De momento, no han pasado 48 horas y ya están de morros por un quítame allá un ex Jemad de las listas de Almería; como si nadie hubiera caído en la cuenta de que cuando el cazador despelleja a un zorro es para hacerse él un abrigo, no para hacérselo al zorro, o como si nadie hasta ahora hubiera contemplado la posibilidad de que la aparente valentía de Garzón no sea otra cosa que el producto de la inconsciencia.