Reyes Monforte

Daniel

Nunca una persona tuvo tantos nombres y tan diversos, y, sin embargo, todos ellos comparten un mismo significado: protección, amor, enseñanza, cuidado, vida, ejemplo, héroe, amigo, consejero, generosidad, valor...

En mi caso ese nombre es Daniel y seguramente en su caso el nombre admitirá innumerables variables en forma de letras. Pero el sentimiento que produce la sola mención de la figura del padre es el mismo o similar en todos los casos. Cada uno tendrá una historia, un rostro, un repertorio de anécdotas inagotables, un libro entero de vivencias personales, íntimas y secretas que quizá sólo serán compartidas a media voz, un legado inolvidable de momentos únicos e irrepetibles, y un álbum de imágenes que no desaparecerá de la memoria jamás por mucho tiempo que haga que el verdadero protagonista ya no esté.

Siempre queda un gesto, una palabra, una mirada, un abrazo, o un consejo que resiste al tiempo y se enroca al imposible olvido. Si tiene la suerte de tenerle cerca y de que su voz responda cuando le nombra, aprovéchelo y no espere a que la vida vuelva a demostrarle que no sabemos valorar lo que tenemos hasta que lo perdemos. Pero en el caso del padre, si tiene la suerte de haber tenido al mejor, como una servidora, o las miles de servidoras y servidores repartidos por el mundo, se valora incluso después de irse. Porque hay personas que nunca se van aunque ya no estén, que sólo con nombrarles, están presentes. A veces el destino te regala a personas que aparecen en tu vida como Daniel y no desaparecen nunca, ni siquiera cuando se van, porque son eternas. Y hoy es el día de millones de personas eternas.