Andalucía

De mal en peor

Después del pacto en Andalucía, posiblemente, nada volverá a ser igual. Algunos dirigentes veteranos del Partido Popular han detectado rápidamente los riesgos de la operación.

Vox ha jugado sus cartas y, aliado con el cortoplacismo en el que vive instalada la política española, le han salido bien las cosas. Ha conseguido publicidad, centralidad mediática y ha disipado cualquier conato de cordón sanitario contra él.

El problema con el que se van a encontrar sus socios en Andalucía es doble.

Las encuestas electorales tienen la capacidad de que, en ocasiones, más que predecir el futuro lo modifican, porque cuando una estimación electoral ve la luz, consigue influir en una parte de los electores.

Algunos votantes toman posición en favor de lo que creen que es la opinión mayoritaria, otros, en cambio, movilizan su voto en sentido contrario para cambiar el resultado previsto. El saldo final del trasvase de votos es incierto, pero lo que es una certeza es que es diferente de lo que ocurriría si el sondeo no hubiese sido conocido.

Es sabido que dentro de un par de meses empezarán a publicarse estudios electorales en las comunidades autónomas que acuden a las urnas en mayo y en las ciudades más importantes de España.

Cuando cualquier observador vea los datos, no tendrá duda en sumar los diputados o concejales de Ciudadanos, Partido Popular y Vox. Significa que la alianza en Andalucía va a dejar marcados a los tres partidos como partes de un «mismo bloque» y, en ese escenario, solo gana uno de ellos, el de extrema derecha.

De hecho, en los lugares en los que la suma del bloque proyecte mayoría absoluta, el protagonismo en la campaña lo van a tener las propuestas de Vox, en tanto que Cs y PP serán observados solo si se acercan o se alejan de los postulados de los populistas.

El segundo de los problemas a los que se enfrentan, aunque es de ámbito local, tiene su proyección nacional: no es lo mismo sacar adelante la investidura del Sr. Moreno Bonilla que gobernar. Para cualquier decisión legislativa de importancia o presupuestaria será necesario nuevamente el apoyo de la extrema derecha y ya se ha comprobado cómo sabe explotar su minoría parlamentaria. Vox ha cogido la medida a Pablo Casado y a Albert Rivera. El líder popular tiene una situación de debilidad interna y lo han intuido, sabía que necesitaba no fracasar en Andalucía y eso solo lo podía conseguir si lograba la presidencia.

Casado no quería exponerse a otras elecciones y poner en riesgo ser la segunda fuerza política y, por otra parte, no gobernar desnudaba al PP, que ha obtenido el peor resultado de su historia, aunque todas las tintas se hayan puesto en el del PSOE.

Albert Rivera necesitaba un sillón en la mesa para dejar de ser la muleta del PP. No ha sido capaz de vencer a los populares en su peor momento y sabe ya sobradamente que las elecciones las carga el diablo.

Abascal ha jugado con los tiempos y con los medios de comunicación, aparecer como un peligro y con una actitud disruptiva y provocadora, paradójicamente, le proporciona adeptos que necesariamente no son ideológicamente de extrema derecha, algunos, sencillamente se sumarían a cualquier organización que encarne la ruptura con lo que algunos llaman el «establishment».

Si Vox ha llegado para quedarse será muy difícil proteger la democracia con líderes como los que tienen los principales partidos españoles, que no tienen ningún empacho en pactar con fuerzas que cuestionan el conjunto del sistema.

No es malo que las cosas no vuelvan a ser igual, el peligro es que sean peores.