Julián Redondo

De Simeone a Paco Jémez

Claves en los éxitos recientes del Atlético han sido la concentración desde que el árbitro indica el comienzo y la garra hasta que pita el final. En Valencia falló estrepitosamente en ambos conceptos. Miranda, ese central sobrio, seguro, pieza básica a balón parado en el área contraria, sufrió una pájara descomunal y fue letal en la suya. Hizo el 1-0 a Moyá. En el 2-0 ejerció de bulto sospechoso y en el 3-0, aún grogui, se solidarizó con sus compañeros para no defender un córner. Mandzukic elevó la moral de la tropa con el 3-1 y Siqueira la sepultó cuando tiró literalmente a las manos de Alves el penalti del minuto psicológico. Después, nada. Demasiadas facilidades recibió el Valencia del Atlético, que sin Diego Costa es mocho. Va a sufrir este curso, le faltarán los 30 goles que el hispanobrasileño marcará con el Chelsea. La cifra es considerable: decide títulos y posiciones.

El Atlético ofrece ramalazos del campeón que es, pero no escala puertos como antes. Está horneándose y los incorporados producen nostalgia de los relevados. Cerci es el paradigma: entró al campo en el 66 y fue expulsado en el 91; ahora es tan prescindible como Gámez, Siquiera, Raúl Jiménez y hasta Mandzukic.

Lo que no cambia en el Atlético de Simeone es el estilo, que, sin figurar en el «top ten» de los más atractivos, rinde beneficios. El trabajo del Cholo le acredita como pieza codiciada en Europa. Cada año será más difícil retenerle y pensar en una alternativa no es sacrilegio. Paco Jémez apunta a excelente candidato al banquillo rojiblanco. También es de ideas fijas e imprime carácter. Tutea al Barça, que pasaría dificultades en Vallecas si no corriese tanto o más que el Rayo, el fútbol en otra escala.