Elecciones catalanas

El secreto del cambio

La Razón
La RazónLa Razón

Si la última encuesta del CIS fuese una aproximación veraz de la intención de voto de la sociedad catalana se podrían sacar varias conclusiones.

La más evidente es concluir quienes son los que pierden más y los que más ganan después de la ofensiva del Sr. Puigdemont contra el Estado español. ERC y Junts pel Catalunya se dejan entre 4 y 5 escaños respecto al resultado de Junts pel Sí, la coalición que los aglutinó hace dos años.

Por su parte, las mayores ganancias son para Ciudadanos y para el PSC, que obtiene cada uno de ellos aproximadamente un 30% más de diputados que en las últimas elecciones.

Esto significa que el pueblo catalán quiere menos independentismo y apuesta por algo diferente.

Este sondeo del CIS es quizá el más importante y esperado desde aquél mítico que pronosticó el Sí a la OTAN en el referéndum de 1986. Pero a nadie se le escapa que, desde el estallido de la crisis económica, las encuestas tienen un valor relativo y que los resultados reales han variado sustancialmente de los pronósticos en los últimos procesos.

Validando el pronóstico, el partido se jugaría en un pañuelo de votos. Si los que han protagonizado este golpe a la democracia repitiesen mayoría absoluta, aunque fuese por un escaño, la cuestión catalana seguirá enquistada en la confrontación. Los nacionalistas se alimentan del conflicto y en su hoja de ruta solo hay un objetivo: la desestabilización y mantener viva la crisis política y judicial.

Si, al contrario, el “bloque de la ruina catalana” no consiguiese el número mágico de 68 escaños, la situación no sería más fácil. El Sr. Iglesias o la Sra. Colau, no sabemos muy bien de quién es el bastón de mando en Cataluña, deberían decidir entre dar el gobierno al bloque de los constitucionalistas o a ERC y Junts pel Catalunya.

Si optan por el independentismo, se acabó Podemos en el resto de España. De poco servirían los argumentos que esgrime el Sr. Iglesias a quien le quiera escuchar sobre su disposición a pactar con el Sr. Junqueras para moderar la posición de ERC. Eso no engañaría a nadie.

Lo malo para él es que le ocurriría algo parecido si diese su apoyo a una posible coalición PP, PSC y C´s. Es lo que le suele ocurrir a alguien cuando nada entre dos orillas equidistantemente, cuando tiene que optar por una de ellas, se ahoga porque está demasiado agotado como para llegar.

Cuando el Sr. Rajoy anunció que, con la aplicación del art. 155, las elecciones se celebrarían antes de finalizar el año, muchos respiraron, porque entendían que haber anunciado comicios sin fecha, suponía una baza para los separatistas.

Sin embargo, de momento los datos en Cataluña van confirmando que el tiempo corre en contra del independentismo. Esa mayoría silenciosa que se encontraba noqueada por el fervor irracional separatista está reaccionando y a los separatistas les avala menos porcentaje que hace un par de años.

Quizá, unas semanas más de sosiego hubiesen llevado las aguas a mejores cauces, o quizá no. Lo peor de la política nunca se puede saber que hubiera pasado si se hubiese elegido la alternativa.

Lo que sí se puede extraer de todo esto es que si los sondeos fallan, los sociólogos deberían reconsiderar sus técnicas y la capacidad de influencia de sus predicciones. Si, al contrario, esta vez atinan, el Sr. Iglesias tiene tiempo de aquí al 21D para pensar en la archiconocida frase de Sócrates que dice que “El secreto del cambio es enfocar toda tu energía, no en luchar contra lo viejo, sino en construir lo nuevo”.