Julián Redondo

Emoción

Jornada de emociones. Rafa Benítez no pudo contener las lágrimas al ser presentado como el décimo entrenador del Real Madrid desde que Florentino Pérez subió al trono. La exigencia y la excelencia forman parte del vocabulario del mejor club del siglo XX y bajar el telón del curso sin que antes del fin ponga títulos es inadmisible, mal que le pese a Sergio Ramos.

Más lágrimas, en Barcelona. Las palabras de Iniesta llegaron al corazón de Xavi en la despedida mientras el Barça aguarda expectante el pulso con la Juve. Xavi, dos veces premio Príncipe de Asturias de los Deportes, el día anterior fue incapaz de pedir disculpas a quien se los entregó. Justificó los pitos al himno y al Rey y le pareció que la silbatina fue «espectacular». Le faltó generosidad con Felipe VI y le sobró la pregunta sobre el porqué de los pitos. La clarividencia que exhibe en el campo no es don que atesore en la sala de prensa. Benítez, en cambio, no es de los que tiran la piedra y esconden la mano. Suya es esta frase de cuando entrenaba al Valencia: «He pedido un sofá y me han traído una lámpara».

Sus peticiones al Madrid para confeccionar la plantilla no han trascendido. Se habla de Verratti, de Pogba y de Casemiro, y se da por hecho el fichaje de David de Gea. ¿Formarán todos o algunos de ellos parte del «mobiliario» que ha requerido? La respuesta, en los próximos días; mientras tanto, celebremos que Pau y Marc Gasol son premios Princesa de Asturias de los Deportes, y lo agradecen, como lo hubiesen agradecido Mireia Belmonte y los Javieres, Gómez Noya y Fernández. Más que Xavi, seguro.