Julián Redondo

Especie protegida

Celebra España, con García-Margallo a la cabeza, el ingreso en el Consejo de Seguridad de la ONU. Pleitos de Tebas aparte, el presidente de la LFP y su gente de la Fundación, desde la «Liga World Challenge», a requerimiento de Exteriores, han colaborado en la captación de votos por el Pacífico. Otro ministro, Montoro, ha decidido que ya está bien de que le pongan tres porteros cuando va a lanzar un penalti y exige que el fútbol, que para su ministerio ha dejado de ser especie protegida, cumpla el reglamento; aunque estalle la guerra en Zaragoza. No será, en ningún caso, la de Honduras y El Salvador que tan fielmente contó Kapuszinski.

Para alegría de Gordo de Navidad, la de Huesca, Cornellá, Hospitalet y Alcoy. Hasta los dieciseisavos, la Copa es una competición de los modestos que los «Primeras» observan con la preocupación de quien ha tenido contacto con un pasajero de Sierra Leona. En esta edición, sin embargo, el interés relativo de los poderosos hasta verse en semifinales lo multiplica un sorteo caprichoso, que ha previsto un probable cruce Madrid-Atlético en octavos. Y en cuartos, el Barcelona si no tropieza, que en el torneo del «k.o.» todo es posible. Lo seguro es que la final de infarto no toca en 2015. El bombo ha alterado el libro de ruta de madridistas y atléticos, que, como otros equipos de su categoría, utilizan la Copa para las rotaciones, empezando por el portero, que ya es norma no escrita. Por si David sorprende al confiado Goliat, bastará una semana revuelta para recuperar la calma y fijar el siguiente objetivo. El fútbol no para, es como aquel expreso que sólo se detuvo cuando destrozó media estación de Chicago, entre el pasmo y el asombro de Wilder y Pryor, en las antípodas de Montoro.