Elecciones catalanas

Este no es otro artículo sobre Cataluña

La Razón
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En esta hora del descorche del cava he de decirles que por muy trascendente que haya sido el resultado, la meta es la misma, volver a cavar fosas donde enterrarnos unos meses más hasta que seamos cadáveres comunes. Un día Junqueras será ceniza y no estará en el cielo sino soñando con osos. Ha sido la campaña de los colores y no de la gente con lo que cualquier análisis está falseado porque representa a fantasmas, a los muertos que todavía no saben que han cruzado en barca el río del más allá. Los problemas continúan y hoy el mundo arrastra su evolución a peor. Un juez denuncia en las redes hasta hacerse viral que aumentan los casos de ancianos que mueren solos en las calles sin que nadie los reclame, como si fueran ya juguetes abandonados por los niños un día después de que lleguen los Reyes Magos. Qué importa que unos señores duerman en la cárcel por mirarse el ombligo mientras otros visitan la celda de la muerte sin que nadie los acune en una pancarta. La política es una cueva de malnacidos. Hemos puesto banderas en los balcones en vez de crespones negros. Todo es un revanchismo deshumanizado. Eso sí que es memoria histórica, porque sucede delante de nuestras narices, que han extraviado el olfato. Para qué queremos exhumar a dictadores si no tenemos estómago de sepultar a quienes tal vez un día fueron hombres que soñaban con el siglo XXI como el fin de la pesadilla. De nada de eso se habló en la campaña electoral. Esta noche tan cercana a la Navidad, como una puta a la barra de un cóctel, me importa poco quién célebre la victoria. Somos peores personas, monstruos de la aritmética, almas en descomposición. La piel azulada me avergüenza tanto que preferiría ser un ser amorfo, una esponja marina, un putrefacto estropajo. Váyanse todos al purgatorio de la Historia. En unos años, puede que meses, nadie se acordará de los rebeldes y aún estará fresca la carne de los que expiran en la calle. Los animales nos han superado en la cadena evolutiva. Ya son seres sintientes. Los humanos sin embargo rozamos la decadencia de pelearnos por unos tirantes. La democracia ha resultado ser los zapatos gastados del zombi, un ideal sin futuro, un sistema que por mayoría simple permite no ya injusticias atroces sino el crimen de no enterrarnos. Qué puedo celebrar o lamentar después de leer ese informe judicial. Se me ocurre mandarlos a la cuneta de la desmemoria. A los feos y a las guapas. Si un día nadie pide levantar la sábana de nuestro rostro inerte lo tendremos merecido. Hemos descubierto que existe el horror cotidiano y hemos seguido comprando el pan como si cualquier cosa. Las migajas de las urnas son solo restos de vómitos que nos indican el camino de regreso. Si después de lo vivido no somos capaces de echarnos un puñado de tierra es hora de pasar el testigo a otra especie que nos haga independientes del deshonor de haberlo permitido. Hablen de otros asuntos, construyan frases que no contengan la palabra urna. Empecemos a pedir perdón por habernos convertido en despreciables.