Julián Redondo

Fuego en la cocina

ADi María lo despidieron algunos compañeros del Madrid con palabras encendidas y múltiples muestras de cariño en las redes sociales. Algo tiene el agua cuando la bendicen. En el vestuario no incomodó más allá que cuando se acomodó y su afán por mejorar salarialmente no afectaba a la caseta. En el campo se lo dejaba todo. Defendía, atacaba, corría como el conejo de duracel y pasaba y centraba pelotas que en sus botas ya olían a gol. Si hubo lisonjas en el adiós de Xabi Alonso, no trascendieron. Por lo que fuere, los colegas no creyeron conveniente utilizar el hisopo con el tolosano como días antes con el argentino. Las pobres señales que el equipo emitió en la Supercopa de España, que no fueron mejores en el debut liguero contra el Córdoba, en Anoeta resultaron alarmantes. Y cundió el pánico en un lado y el desasosiego en otro. El presidente prefirió no acercarse al vestuario, el entrenador tardó en salir, en la conferencia de prensa amenazó con cambios para el derbi y sólo 24 horas después ardió la cocina. Cristiano Ronaldo mostró su desacuerdo con la política de traspasos y fichajes del club. «Si yo mandase...», dijo; pero no manda, porque lo suyo es jugar, meter goles y cobrar.

Como Sergio Ramos, que aprendió la lección después de criticar el año pasado la salida de Mesut Özil. Esta temporada el Real Madrid está por encima de todo. Y entre las opiniones encontradas de unos y los silencios de otros, Di María habló en Manchester para echar un poquito más de leña al fuego de la cocina. «Estuve en Madrid hasta el último momento por Cristiano», dice. Y porque le pagaban y porque era su obligación y porque el United apareció un año tarde con 80 millones. ¿Lo peor? Que han olvidado la Décima.