César Vidal

Iglesias, el contorsionista

La Razón
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Reconozco que me resistí a creerlo cuando me lo dijeron. Me juraron y me perjuraron que existía un video en el que Pablo Iglesias confesaba que no creía ni en la bandera, ni en España, ni en la nación. Era rigurosamente cierto. Quizá sin saber que lo estaban filmando, Iglesias afirma en la grabación que «la identidad España para la izquierda una vez que terminó la guerra civil está perdida», que «no sirve para hacer política en Cataluña, en Galicia, en el País Vasco» y que hace «contorsionismo» para no ser descubierto. Entre los despliegues de hipocresía que Iglesias realiza está el afirmar que «ser patriota es defender los servicios públicos. Ser patriota es defender los derechos sociales». Como él mismo confiesa: «Pero yo no puedo decir España. Yo no puedo decir España. Yo no puedo utilizar la bandera rojigualda». El lamentable video concluye con un Pablo Iglesias que reconoce que a la pregunta de España como punto de referencia: «La respuesta es no. No hay nada que hacer. Perdimos la guerra». Que Iglesias no cree en España ni en su bandera ni en la nación no es algo que me sorprenda. Difícilmente, se puede esperar decencia en quien alaba bochornosamente a terroristas como Otegui y apoya a sediciosos como los nacionalistas catalanes denigrando a los que defienden la legalidad. Nada es nuevo. Lo que sí me ha indignado hasta lo más hondo es la afirmación asquerosa de que esa conducta se debe a que perdió la guerra. Semejante aserto es una mentira sucia y miserable. A lo largo de mi vida, he tenido ocasión de leer y de conocer en persona a muchos de los que perdieron la guerra. Gente como Sánchez Albornoz y como Américo Castro, como Antonio Machado y como Manuel Andújar, como Ramón J. Sender y como tantos otros fueron derrotados y, en algunos casos, de manera trágica. Sin embargo, aunque no pocos renunciaron al comunismo que profesa Iglesias, jamás renegaron de España con el verbo cínico del dirigente de Podemos. España les dolía en el exilio, en la distancia y en la derrota, pero la sentían palpitar en sus entrañas. Quizá ése sea todo el problema. Iglesias es, sin duda, de una izquierda totalitaria y rancia, pero, muy posiblemente, sólo tiene entrañas para ver cómo llega al poder aunque sea a costa de dinamitar la España en que no cree.