Julián Redondo

La trampa

La Razón
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Media docena de bajas. Importantes. Significativas. Y una depresión mal disimulada porque es tan insólito que el Madrid se ausente de la Liga en febrero –bueno, con Mourinho hizo el anuncio en diciembre– como que uno de los equipos de la cola se dé por vencido en fechas tan tiernas. El Levante cierra la tabla; pero promete pelea cada víspera. Por todo eso, este partido tenía trampa para el Madrid. La desesperación de los granotas es de internamiento UVI y la resignación de los «zinedines», enredados en una velocidad de crucero que sólo el orgullo, ahora sangrante, y la «Champions» pueden acelerar, para un tratamiento frenopático.

El Madrid sufre sin balón y la entrada de suplentes multiplica la desorganización en esas travesías sin cuero. A los cinco minutos, Keylor Navas acreditaba su calidad y pasó media hora hasta que la calidad asomó... en un penalti absurdo del exagerado Orban. Cristiano deshizo el equilibrio y el olfato de Mayoral, en desafortunada colaboración de Mariño, adelantó el 0-2, ventaja reducida por Deyverson. Afloraba el estigma de partido trampa sin que el Madrid demostrara ser muy superior al Levante. Es más, en la primera parte le dobló en faltas cometidas, dato relevante en un equipo donde el talento es intrínseco. Había que meter la pierna y los avisados de Zidane no se escondieron. En ausencia de los preferidos de Cristiano, la voluntad de los repuestos ayudó a combatir la melancolía.

Al señalar el árbitro el final del partido respiró Zizou, manojo de nervios en la banda; no encontraba la manera de rematar ese encuentro con evidentes signos de añagaza. Pero ganó, bien al final y con gol de Isco, que ni siquiera lo celebró. No está para fiestas.