Alfonso Ussía

La yenka

Un baile necio. Lo inventaron dos hermanos y se forraron con la venta de sus discos. En aquellos tiempos no había piratas informáticos. La memez consistía en seguir las instrucciones cantadas: izquierda, izquierda, derecha, derecha, adelante, detrás, un, dos, tres. Lo bailé en muchas ocasiones, a veces con entusiasmo. Todo dependía de quién tuviera delante compartiendo conmigo la interpretación de semejante majadería. Se me había olvidado la yenka. Rubalcaba, en su comparecencia de anteayer, me la devolvió. Bueno, Rubalcaba baila una yenka diferente. Izquierda, izquierda, más izquierda, más izquierda, detrás, aún más detrás, un, dos, tres. Pidió perdón por haber votado junto al PP y UPyD una moción rechazando el secesionismo en Cataluña. El abrumador resultado que representaba al 86% de los diputados fue un espejismo. Minutos después de haber votado, Rubalcaba bailó la yenka, y acompañado de un representante del PSC, dijo que no volvería a votar «contra Cataluña», y que estaba harto de tener que gritar cada quince días «Viva la Constitución». Nadie había votado contra Cataluña, sino a favor de Cataluña. Y nadie le ha obligado jamás a gritar cada quince días «Viva la Constitución». Si lo ha hecho durante un tiempo, es cosa suya, memez propia, afán cantarín particular. Contundentes las palabras de José Manuel Lara a Salvador Sostres en «El Mundo»: «Soy más catalanista que los independentistas». José Manuel Lara no baila la yenka. Quiere una Cataluña liderando España. No una joya desvencijada. Lara, además del accionista de referencia de este periódico, es amigo mío desde hace muchos años. Es el editor en catalán más importante de Cataluña y en español, de España, Cataluña incluida, claro. Ya lo advirtió. Que si Cataluña se separa de España, «Planeta» se escindirá de Cataluña y levantará su sede en otra ciudad española. Su único fallo empresarial, porque cae en la incoherencia, ha sido el de salvar y comprar «La Sexta», que manda huevos. No entro en los motivos porque me muevo por debajo de la boina. Pero José Manuel Lara, como su padre, el viejo Lara, y como su inolvidable hermano Fernando Lara, no ha bailado la yenka jamás en Cataluña. Y ha dicho lo mismo arriba que debajo del Ebro, el Íbero, la gran vena transversal que desde la campurriana Reinosa riega el norte y nordeste de España. Lara, además, ha vencido a un cáncer de páncreas, que es el peor individuo de la familia oncológica. Y cuando se ha vencido al páncreas, se pierde el miedo a la sinceridad. Lo de Rubalcaba es curioso. Después de votar contra la secesión, se disculpa con los independentistas. Y renuncia a gritar cada quince días «Viva la Constitución». Insisto, no sabía que se dedicara a protagonizar tan innecesario recital quincenal.

La yenka es el baile de los cobardes. Además de tonto, tiene mucho de vil. Los dirigentes socialistas lo practican con asiduidad. Por ejemplo, Pachi López, que lo ha hecho con tanta maestría que ni Fred Astaire, aquel pésimo actor que tanto gustaba a mi inolvidado Antonio Mingote. Átense los machos. «El problema de Navarra no se llama Bildu». Es decir, que el problema de Navarra no se llama ETA, que el problema de Navarra no se llama anexión al País Vasco, que el problema de Navarra no se llama pérdida de indentidad, que el problema de Navarra no se llama colonización separatista, que el problema de Navarra, según Pachi López, es otro. Nunca Bildu. Y a eso se le llama bailar la yenka, porque después se desdice. Nunca ha sido claro este socialista que veranea en Comillas en su firmeza. Síndrome de Mondragón, que es más dañino que el de Estocolmo, que queda lejos. En fin, que se abre un nuevo período con el baile de la yenka de protagonista. Qué pereza.