Política

Ely del Valle

Los buenos somos mayoría

Los buenos somos mayoría
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El goteo es insoportable; un sirimiri entre lo absurdo, lo irracional y lo atroz que acabará, y si no al tiempo, como el rosario de la aurora. Si ya resulta muy difícil de entender que se deje en libertad a terroristas confesos y orgullosos de serlo, lo de excarcelar a violadores no rehabilitados no sólo escapa a cualquier razonamiento, sino que atenta gravemente contra la libertad, la seguridad y la tranquilidad de toda la sociedad. ¿Cómo es posible, entonces, que al calor de unas leyes enunciadas y aprobadas para protegernos se esté cometiendo esta barbaridad? No tengo ni idea. Seguro que el que quiera buscar explicaciones encontrará en los libros de Derecho unas cuantas, pero en este caso concreto todas carecen de validez desde el momento en que está demostrado que el 70% de los agresores sexuales reincide.

La solución que se le ha buscado a la sentencia del Tribunal de Estrasburgo sobre la «doctrina Parot», culpable de todo este desaguisado, es, al parecer, la de esperar a que los sujetos que están saliendo a la calle vuelvan a las andadas para aplicarles, si es que llega a tiempo, la modificación del Código Penal que tramita el Gobierno para poder poner en marcha la prisión permanente renovable, una modificación a la que, por cierto, se oponen algunas asociaciones como Jueces para la Democracia y partidos como el PSOE, ellos sabrán por qué. Lo que es evidente es que necesitamos que las leyes cambien y no precisamente en favor del delincuente, cosa que no ocurriría nunca si no existiera un gran número de personas cuyos sentimientos morales son mejores que las leyes que tenemos.

Los que estamos expuestos a cruzarnos –a que se crucen nuestras madres, hermanas, mujeres e hijas– con semejantes individuos en cualquier esquina lo tenemos claro. Y, por si alguien no se ha dado cuenta, somos mayoría.