Campaña electoral

Los porqués

La Razón
La RazónLa Razón

No recuerdo si lo vi escrito en la pared de un edificio, lo leí en un libro o lo escuché en alguna conversación ajena a la que nadie me invitó, excepto la fuerza de la sentencia en forma de frase: «Dios trabaja de forma misteriosa». No sé quién lo dijo pero lo firmamos todos, independientemente de creencias, credos y golpes en el pecho.

La vida siempre ha sido un misterio, pero últimamente el jeroglífico está alcanzando tal grado de especialización que asusta, está descontrolado y esa anarquía nos tiene perdidos. El caos es de tal envergadura que ya no hay porqués a los que aferrarse como tabla de salvación para entender lo que pasa. No sabemos por qué acontecen matanzas en discotecas, no sabemos porque vuelan rascacielos, explotan trenes, metros y aviones, y lo peor es que quien lo provoca tampoco conocen la respuesta al por qué.

Un hombre ha matado a 50 personas y herido a otro medio centenar en una discoteca en Orlando. ¿Por qué? No hay porqués, es inútil buscarlos. O hay muchos, en realidad todos, porque cualquiera vale aunque no sirva ninguno. Esta matanza no es porque se odie a los homosexuales, a los heterosexuales, a los hispanos, a los negros o a las mujeres, a los cristianos, a los musulmanes o a los judíos, a los hinchas de fútbol, a los que van a los conciertos o a trabajar a las Torres Gemelas. El asesino de Orlando no mata porque vea a dos hombres besándose y se enfade porque es un homófobo. No mata por eso. Odia el mundo y todo lo que hay en él, y por eso, sobran los motivos y escasean los porqués.

Ya ni siquiera necesitan una razón aunque sea absurda, falsa e incoherente. No es por religión, condición sexual, género, nacionalidad, raza o afición futbolística. No es nada de eso. Los porqués han dejado de existir y lo peor es que, a fuerza de costumbre y de normalización del terror, parece que nadie los echa de menos. Hay preguntas para las que no existen respuestas por mucho que el dolor y la impotencia nos empuje a seguir haciéndolas. Muchos trabajan de forma misteriosa, Dios no tiene la exclusiva.