Enrique López
Los tres mosqueteros
El 15 de diciembre de 2016 el pueblo español refrendó la ley de reforma política, ley que fue el instrumento jurídico que permitió articular la Transición española del régimen dictatorial del general Franco a un sistema constitucional democrático, una monarquía parlamentaria, tal como se definió por la Constitución española de 1978. Se han cumplido cuarenta años hace pocos días, cuarenta años caminando juntos por una de los capítulos más exitosos de la historia española. Tras estos cuarenta años, se nos presenta un pretendido referéndum como uno de los principales escollos para conseguir que este caminar lo siga siendo en común y unidos, y tal cual reza el preámbulo de nuestra Constitución, protegiendo a todos los españoles y pueblos de España en el ejercicio de los derechos humanos, sus culturas y tradiciones, lenguas e instituciones. Hoy en día unos políticos están empeñados en cuestionar este camino en común que nos dimos los españoles hace cuatro décadas, de forma libre y democrática, y no impuesta, por mucho que en Cataluña se hable de opresión, dominación y explotación, como si de una colonia ocupada se tratare; no cabe mayor perversión de la historia y de la propia realidad. El discurso nacionalista-independentista se articula sobre un concepto y una expresión, el concepto de nación, y la expresión «España nos roba». Sobre el concepto de nación cultural se forja una doctrina que sirve como punto de partida a la ideología del nacionalismo, donde los connacionales miembros de la nación se distinguen por una identidad común y generalmente por un mismo origen en el sentido de ancestros comunes y parentesco; en la España actual, donde se han producido masivas migraciones interiores, hablar de esto es sencillamente una ensoñación; el que «España nos roba» es tan falso que por sí mismo no sería más que una broma, sino fuera porque con ello se intenta engañar a unos ciudadanos que poco a poco caen en trampa del victimismo, creyendo que una Cataluña fuera de España sería más rica al no tener que soportar el criterio de la solidaridad interterritorial, creyendo que su imposible acomodo en Europa fuera de España les iba a librar de tener que contribuir conforme a su riqueza al desarrollo de países como Rumania o Bulgaria. Pocas frases como el famoso «todos para uno y uno para todos» de Alejandro Dumas definen tan bien un concepto como el de solidaridad, solidaridad interterritorial de la que una Cataluña pretendidamente libre que quiera seguir en Europa no se puede desentender. En un mundo como el actual, globalizado y tendiendo a la consolidación de nuevos ejes de poder, si Europa quiere seguir siendo importante, debe asumir los postulados de los Tres Mosqueteros, y en esa Europa no caben aventuras nacionalistas como la que pretenden perpetrar políticos catalanes. En política, y sobre todo en la buena política, se debe tener claro que al Pueblo se le sirve y no se sirve uno del Pueblo para perseguir aventuras políticas que solo generaran problemas, involuciones y, sobre todo, pobreza. El diálogo es muy bueno si se supera el inmovilismo, y éste parece haberse instalado en el nacionalismo independentista catalán.