Debate de investidura

Musicoterapia

La Razón
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Bienvenido, agosto olímpico. Escuela de calor, blindadas las calles, bloqueadas las instituciones. Todas mis esperanzas se concentran en contar este mes, a ser posible con música, que por fin salimos del limbo. Hoy se cumplen ya 225 días de gobierno en funciones. Y hoy también el Constitucional debe decidir si sanciona a Carme Forcadell mientras ella prepara tranquilamente sus vacaciones a tierras etíopes. No me digas que no nos envuelve el surrealismo y el empacho político.

Estas dos últimas décadas las he pasado contracorriente, instalada en los fines de semana informativos, otros tantos años he ejercido en turnos de madrugada y todos mis agostos hasta hoy han sido laborales. Pero este año muta por momentos mi hilo musical. Vivo de repente al mismo compás de quienes mandan, porque ellos no pueden desaparecer, no ahora. Atónitas las redacciones. Continuamos vibrando en temporada alta política y berreando a ratos, de puro cansancio, el «I Will Survive» de Gloria Gaynor.

La música nos salva. Hace poco soñé con líderes patrios cantando por Amy Winehouse. Negando con un «no no no» que vayan a reconducir sus respectivos caminos. Aquello me hizo reflexionar. Otros se pierden en el alcohol; yo prefiero evadirme, por ejemplo, con Bob Dylan, «Like a Rolling Stone».

Estos días de sobredosis política añoro a veces la frugalidad de otros estíos, obligados todos a ejercitar la imaginación para rellenar espacios de noticias. Hablábamos de entrañables fiestas patronales, ositos patinadores, costumbrismos. ¡Elegíamos, incluso, la canción del verano! Georgie Dann, cuántas veces nos rescataste del vacío. Ahora, oyendo a Rajoy explicar que acepta formar gobierno y que lo intentará, tarareo el «sí pero no» bisbalero. Y así pasan los días, y yo desesperada, y tú, tú contestando «quizás, quizás, quizás». Escuchando a Pedro Sánchez comprendo que «no se puede vivir con tanto veneno» y, ante Albert Rivera, tarareo una de Los Ronaldos. Él le cantaría a Rajoy «no puedo vivir sin ti, no hay manera». Iglesias remataría: «Lo estás haciendo mal y no sé lo que va a pasar, tendría que besarte, desnudarte, pegarte y luego violarte hasta que digas sí». Tranquilos, hablamos aquí de música privada. Mientras nuestros políticos nos desbloquean el país, yo retomo los clásicos y, sobre todo, evito los ansiolíticos. Al final las obras quedan, las gentes se van, otros que vienen las continuarán, la vida sigue igual. Y el que canta, su mal espanta.