
Julián Redondo
Nadie es perfecto
El Schalke, eliminado de la Liga de Campeones y sus seguidores, orgullosos. El Madrid salta la barrera de octavos con más dificultades de las previstas y sus aficionados, de los nervios. «Así no se puede ir lejos», la queja amarga de Ancelotti. El Schalke marcó cuatro goles en el Bernabéu, llegó una veintena de veces a la portería de Casillas y apenas cometió media docena de faltas, todo lo cual retrata al irreconocible campeón de Europa. Butragueño no encuentra explicación a esta crisis; Pirri apagó la televisión cuando faltaban cuatro minutos porque no soportaba tanta tensión ni un juego tan horroroso. Benzema no podía creer que les habían metido cuatro; Cristiano confesaba al francés que lo sucedido era una vergüenza, mientras crece el misterio del hundimiento, tan rápido que amenaza con engullir al técnico. ¿Se ha equivocado Ancelotti? Seguro. Nadie es perfecto. Lesionados James y Modric, exprimió tanto a Kroos y a Isco que el equipo terminó por romperse. Si alineaba al descansado Illarramendi, le cambiaba. Confía en él menos que en Khedira y a Lucas Silva aún no le conoce. Quemados Isco y Kroos, la solución es el Séptimo de Caballería, y Modric enarbola el estandarte de la reacción. Contra el Levante, el equipo jugará el domingo un partido plebiscitario. Tiene que ganar y convencer. Contra el Barcelona, una semana después, hay mucho más en juego: la Liga y la credibilidad de todo un proyecto encabezado por el entrenador con otro artista principal señalado: Bale. Un batacazo en el Camp Nou reventaría la banca.
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