Julián Redondo

Perversión

Opina un buen amigo muy ligado al deporte y con cargo, que en la FIFA y el COI, donde circula libremente tantísimo dinero, la corrupción aflora. Y que sí, que hay quien vende su voto por un millón de dólares. Al menesteroso le tiemblan las piernas y los ojos le hacen chiribitas. El problema no es de quien compra ni de quien se deja sobornar, sino del sistema, que es perverso. ¿Cómo es posible que Río de Janeiro quede en quinto lugar entre seis ciudades que han pasado por la Comisión de Evaluación y gane unos Juegos? La corrupción emana de quienes votan, no de todos, naturalmente. Hace unos años, Jacques Rogge viajó a un país africano y asignaron una asistenta a su señora. Rogge, deslumbrado por el detalle y el trato, la nombró miembro del COI y le asignó un salario de 300.000 dólares anuales. Blatter no oculta la ostentación ni los lujos de quienes le siguen el juego en la FIFA. Los mejores hoteles, limusinas, manjares de reyes, dietas diarias de 600 euros y una vida de lujo «para disfrutarla», que dice él. Lo paga con el dinero que genera el negocio del fútbol, cerca de 1.500 millones de euros anuales que, una vez descontados los gastos, reportan cada temporada unos 80 millones de beneficios. Gastan lo que es suyo y algunos de sus miembros, presuntamente, lo invierten en comprar voluntades. Y les va tan bien y les gusta tanto el perverso sistema que han reelegido al mismo patrón para los próximos cuatro años. La FIFA sigue igual, con sus corruptelas y tal, porque los fifos no la quieren cambiar.