Santiago de Compostela

Prudencia en vena

Ana Pastor, la ministra de Fomento, se ha pasado los últimos días pidiendo prudencia ante las especulaciones aparecidas en medios de comunicación y sobre todo en las llamadas redes sociales, respecto a las posibles causas del accidente ferroviario de Santiago de Compostela, y las responsabilidades que se derivarían de ellas. Pastor, que es una política que ha demostrado sobradamente su competencia en los diferentes cargos que ha ocupado en los gobiernos de Aznar y Rajoy, es sobre todo una persona prudente. Tan prudente que ni siquiera ha llegado a insinuar que en este trágico suceso, como en tantas otras cosas que estamos viviendo en España en los últimos años, la imprudencia de algunos ha añadido al dolor una importante dosis de desasosiego. La búsqueda inmediata de responsables, cuando no directamente de culpables, es moneda común a la hora de analizar todo tipo de sucesos sin tan siquiera otorgar el beneficio de la duda y mucho menos la presunción de inocencia. Si hablamos del descarrilamiento del tren Alvia, la prudencia aconseja esperar a que se termine de realizar una investigación a fondo para determinar qué provocó que el convoy tomara una curva a más del doble de la velocidad establecida y descarrilara, provocando la muerte a setenta y nueve personas. Francisco José Garzón Amo no era un inexperto y había trazado esa misma curva más de sesenta veces en los dos últimos años. No puedo ni imaginar la terrible carga que debe pesar sobre su conciencia en estos momentos, y el juicio paralelo que sobre él, y los sistemas de seguridad de ese tramo de la línea entre Madrid y Ferrol, no creo que le ayuden a él a sobrellevar esa carga, ni alivien el inmenso dolor de los familiares de las víctimas y los supervivientes. No es el momento de introducir otras cuestiones en las que la imprudencia y la frivolidad están provocando daños difíciles de reparar, pero va siendo hora de que España se someta a una terapia de prudencia en vena.