Andalucía

Sentido o sinsentido de Estado

La Razón
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La visita (casi) semanal del ministro del Interior a la capital de Andalucía se pospuso en esta ocasión al lunes a causa de los sucesos dominicales de Cataluña, que requerían presencia a pie de obra, y con la excusa de una misa en la capilla del Santo Ángel para celebrar el día de los Custodios, que lo es también de la Policía. En el plano simbólico y en lo tocante a vestir el cargo, o sea, es complicado encontrar a un político más certero que Juan Ignacio Zoido, curtido además como delegado del Gobierno en los duros años del «No a la guerra» y preparado por tanto para la imprescindible represión de las algaradas callejeras que se vienen. A la masa de votante pepera, eso sí, extrañará el despliegue en el nordeste español de varios millares de agentes y su estruendoso acompañamiento de trompetería mediática, para que a la postre apenas si ejerciesen como figurantes en la mascarada organizada por el Gobierno regional, llámese aquello como se quiera. Anunciado y luego revocado el mando único, se tomó como un triunfo que ningún mozo de escuadra orinase en la cara de un guardia civil, pues sólo eso faltó por contemplarse. Del millar pregonado de heridos, no llegaron los hospitalizados a la media de docena y allí, pese a las campanudas negaciones, votó todo el que quiso por la partición de España. Si lo que se celebró fue una charlotada sin valor legal alguno, sobraban los policías y si eso fue un referéndum, sobraron las contemplaciones. El ministro Zoido, por quien siento aprecio sincero, no supo en esta ocasión pasar de las musas al teatro. Me malicio que él comparte esta visión, o la compartía en su empleo anterior, pero será que el sentido de Estado tiene razones que la razón no entiende. O será, a lo peor, que nos vamos a la mierda sin remedio.