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Simeone, mejor técnico

La Razón
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L31 Bajita

Una bajita, la eslovaca Dominika Cibulkova (1.65 y 55 kilos), ha ganado en Singapur, contra pronóstico, la Copa de Tenis de Maestras. La primera sorprendida ha sido la alemana Angelique Kerber. Resignada, pues era la «segura» favorita, tras la derrota, ha declarado sin rencor ni excusa: «No miento: estoy sorprendida». Partido de las dos, por cierto, memorable y atractivo. La fe, ciertamente, es la voluntad del querer. Dominika: fe en el cerebro, velocidad en las piernas y ánimo saturado de fe y velocidad. Qué bello es el deporte.

–Los bajitos y las «bajitas» tenemos algo misterioso que no tienen los altos.

Bajitos misteriosos y estelares: Napoleón (1.69), Schubert (1.55), Wellington, que derrotó en Waterloo a Napoleón... Ellas, que dijo el poeta, no son altas y bajas, son bellas o no son bellas. Eludió la palabra fea.

M1 Santos

Yo no sé si ha habido y hay santos. Para estas cosas, soy algo escéptico. El escéptico se diferencia del político –a Dios gracias– en que no es dogmático y sólo cree en lo que toca y ve. Marc Márquez es un santón de carne, hueso y hechos. Pentacampeón.

–Qué mal suena la palabreja –dijo don Santiago Bernabéu el día en que el Real Madrid ganó su quinta Copa de Europa– pero que bien sabe.

Marc Márquez, en Cervera, su cuna, su tierra, descansando. Cervera es ya ciudad internacional gracias a su ilustre hijo. Leo unas declaraciones suyas, de las que se deduce que, en efecto, en la vida todo es circunstancialmente relativo. «Gané donde pensaba que no podía ganar y perdí donde creía que podía ganar. Rara, en efecto, su gira asiática. Le gustaría ganar en Valencia el domingo 13 de este mes. «Sería formidable: de Valencia al cielo». Lo del Cholo es «partido a partido». Lo del joven Marc, «crecer día a día». Dos vencedores de oro. El hombre es él y sus hechos luminosos, nunca él y sus tozudeces irracionales (lo digo por Pedro Sánchez). El sentido común, en todo, es la brújula del ser humano.

X2 Peculiar

El Atlético de Madrid tiene un estado de ánimo envidiablemente peculiar. Original hasta en eso. Su estado de ánimo reside en su corazón, corazón pugnaz, corazón de cruzado. Por eso a veces hace el «milagro» de ganar en el último segundo del último minuto del tiempo sumado a los reglamentados noventa minutos.

–El Atlético es corazón.

Peculiar es también que su entrenador Simeone, acabado el partido con los rusos, confesara su culpabilidad: «Me he equivocado. No he hecho bien mi trabajo».

Eso jamás se lo oiremos, por ejemplo, a Mourinho. Probablemente, a nadie.

Otra peculiaridad del Atlético: Griezmann. Es atractivamente diferente y, como Marc Márquez, «crece, crece y crece». Cada día más. Sus goles al hueso de taba Rostov, goles, casi, de bailarín de ballet. Ya está el Atlético en octavos de final habiendo ganado los cuatro partidos.

–Mira que si le tocara en los octavos de final el City de Guardiola...

Pudiera ser. Pobre City.

J3 El mejor

¿Quién será elegido? Zidane, Guardiola, Luis Enrique y Simeone, entre los diez nominados de la FIFA. Criterio de evaluación: títulos, mayormente. Lo que ocurre es que a veces el entrenador es lo que es no gracias, exactamente, a la merced de su talento, sino gracias, casi exactamente, a la merced del talento del equipo. Si el hombre es él y sus circunstancias, en el fútbol, casi siempre, es la circunstancia de un soberano plantel de jugadores la que glorifica al entrenador. El Real Madrid no es exactamente Zidane. El Barça tampoco es Luis Enrique. El Atlético, sin embargo, sí es lo que es gracias a la personalidad de Simeone. Con Simeone, el Atlético gana títulos y disputa finales. El Barça es Messi y el séquito de Iniesta, Suárez, Neymar... Sin el cortejo de los CR7, Bale y Benzema, ¿qué sería Zidane? Probablemente el entrenador del Castilla.

–Vaya, que usted lo tiene claro. Mejor Técnico del Año, El Cholo.

–Objetivamente, sí. ¿Acaso no?