Ely del Valle

«Tacita a tacita»

La Razón
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A principios de los ochenta Carmen Maura se hizo muy popular con un anuncio en el que, gracias a los centimillos que se ahorraba poniéndole a su marido una nueva marca de café en lugar del habitual, conseguía comprarse un Rolls. Desde entonces aquel famoso «tacita a tacita» ha ido evolucionando hasta acabar en el famoso «crowdfunding» que lo mismo sirve para que un grupo de teatro recaude lo suficiente para estrenarse que para financiar a un partido político. Y es precisamente esa práctica, que no deja de ser la colecta de toda la vida, la utilizada por Podemos para engrasar sus cuentas. Hasta ahí, vale. El problema está en que, si las últimas informaciones publicadas por este periódico están en lo cierto, el «crowdfunding» de la formación morada se parecería mucho al que se investiga en el Ayuntamiento de Valencia, donde unos cuantos particulares afines al PP habrían estado blanqueando un dinerito muy alegre a base de donar, tacita a tacita, cantidades modestas que después se les restituía debidamente fraccionado. No es la primera vez que la financiación de Podemos huele a chamusquina, pero hasta ahora nadie había conseguido ofrecer una prueba medianamente sólida que permitiera seguirle la pista al dinero con el que gobiernos de dudosa o nula calidad democrática pagaron en su día los servicios de algunos de los que hoy manejan la barca de la formación morada. Ahora ya sabemos que el eslabón perdido podría estar en esas decenas de personas que estando por debajo del umbral de la pobreza –que en España se sitúa en 16.719 euros de ingresos anuales para un hogar con dos adultos y dos niños– han sido tan «generosas» como para donar cinco meses de sueldo íntegro a Iglesias y sus muchachos, y que es ahí donde podría estar la prueba de que Podemos, además del modelo de gobierno, también es un ferviente admirador de la financiación «a la valenciana».