Restringido

Un hecho que cambió la historia

En comparación con la importancia que el hecho tiene, no es conocida la «Mexican-American War» de 1846 (o guerra entre Méjico y EEUU, también divulgada como «invasión americana»). Querría profundizar en la significación de esta contienda, repasando al mismo tiempo algo de historia, al ser bastante desconocida porque está olvidado y pocos saben cómo realmente se perdieron para siempre 1.300.000 metros cuadrados para el mundo hispano, que componen más o menos los actuales Estados de Arizona, California, Colorado, Nevada, Nuevo Méjico y Utah, una extensión de más de lo que actualmente es México o de más de cuatro veces nuestro país; territorios heredados por México, una vez se independiza de España en 1821, tras 300 años de soberanía española.

Explicar las causas y el desenlace de esta guerra informa primero de la idiosincrasia de lo hispano y de lo anglosajón. México era débil porque padecía desuniones y sublevaciones independentistas en algunos territorios, hecho éste al que se intenta poner remedio oscilando entre el federalismo constitucional de 1824 y el centralismo de Santa Ana de 1835, pero realmente cuando este «mal hispano» del separatismo arrecia la política tiene sus limitaciones. De esta situación de división a la postre saca beneficio el mundo anglosajón donde en cambio impera la fe en su destino y la unidad pese a posibles opciones federales de contenido puramente organizativo, además de que la táctica de EEUU pasa a ser provocar la guerra para quedarse con todos aquellos territorios. Primeramente, aprovechando que los separatistas de Texas se proclaman independientes de México en 1836 (tras las batallas de Bexar, Álamo y San Jacinto), EEUU veja a Méjico anexionando este territorio tejano (en 1845) y, acto seguido, se busca la excusa final enviando tropas a territorio mejicano limítrofe con Texas buscando intencionadamente un lío de fronteras que oculta esas otras intenciones. Tras las derrotas (desde mayo de 1846) de Palo Alto, Resaca de la Palma, Monterrey, Angostura, Buena Vista, Veracruz, Molino del Rey y Chapultepec, EEUU obliga finalmente a México a firmar el Tratado de Guadalupe-Hidalgo (en 1848) aceptando éste la compraventa de tal territorio por 15 millones de dólares (antes de la guerra EUU había ofrecido el doble, pero éste no es el tema). La única justificación de esta guerra contra Méjico fue el simple imperialismo, buscando cómo provocar al débil contrincante para hacerse lisa y llanamente con todos estos Estados hispanos. La clave ideológica está en el llamado «Manifest destiny» de 1845 publicado en el contexto de la toma de control de Texas por EEUU, un texto donde con cierta grandilocuencia se sostiene la tesis de que el mundo anglosajón tiene que regir los destinos del continente americano. Lo que, sensu contrario, significa que el mundo hispano (que es «lo otro») al parecer no tiene crédito en América. El artífice en lo político fue un presidente elegido en 1844 llamado James K. Polk siguiendo la política de su predecesor J. Tyler, prometiendo incorporar Texas. Bien es cierto que también se pretendía Yucatán y Cuba y al menos esto (hasta la fecha) no se ha perdido.

Aparte de todos estos hechos, que informan de la idiosincrasia de lo hispano y de lo anglosajón, esta guerra o el Tratado Guadalupe Hidalgo de 1848 es seguramente una de las claves para explicar la posterior hegemonía mundial de EEUU, ya que aquélla es difícilmente concebible si no es por esta gigante extensión territorial y la existencia de Estados que actualmente aportan mucho tanto en lo económico, como en cualquier otro plano, a tal hegemonía. A lo que se suma el infortunio de que se descubre oro justo cuando acaba la guerra, ya que de haber sido unos años antes estos territorios habrían estado más ocupados y con ello no tan vulnerables para México.

Para nosotros tampoco es exactamente lo mismo que estos territorios estén en la órbita hispana que en la anglosajona (curioso que haya que explicarlo). Quién sabe si el tandem México-España hubiera podido ser lo que hoy es USA-Reino Unido. Al menos es obvio que cuando uno acude a Argentina o Méjico se tiene una sensación (y no solo por la lengua) distinta de la que se tiene en el mundo anglosajón. Por ejemplo, en el mundo universitario es claro que cuando un profesor español se desplaza a Buenos Aires de ordinario interesa lo que cuenta, mientras que cuando acude a una universidad de Norteamérica tiene generalmente nulo interés lo que uno puede contar allí, por mucho que haya alguna excepción, y por muy admirable que al parecer sea la historia de ese país y tan notables y dignos sus presidentes.

Lo que me sorprende, entonces, es que todavía se hable más allí de Hernán Cortés (...) que de todo esto que estoy contando de la invasión de EEUU. Mientras, lo anglosajón se muere de risa con hechos como éstos, o que la Guerra de las Malvinas se perdió por la ayuda de Chile al Reino Unido, o un tan largo etcétera de hechos incomprensibles y carentes de lógica. Hispanoamérica no despierta y la propia España duerme profundamente. Utopías no, pero sí al menos identidad, para evitar ser pueblo decadente.