Aunque moleste

Contaminado por el sanchismo

Un halo de mal agüero invade al PNV, abocado a la división interna

Ortuzar, el todopoderoso jefe del EBB, ha decidido laminar a Urkullu como candidato del PNV a lendakari. A Urkullu le tenía que llegar algún día el final, como le ocurrirá Ortuzar, pero el problema que tiene hoy el «nacionalismo vasco moderado» es que está dividido como consecuencia de los últimos fiascos electorales. Para auto-exculparse, Ortuzar y demás burukides, entre ellos el radical Egíbar, han tirado por la calle de en medio cortándole las alas al lendakari, al que hacen responsable de la debacle. Una huida hacia adelante para no ver lo que la niebla del sanchismo impide. Urkullu ha sido un magnífico lendakari, cercano y sosegado, que ha repetido tres veces como inquilino de Ajuria Enea. Tras los años convulsos de Ibarretxe, aupado por el montaraz Arzallus, supo leer el sentir mayoritario de los vascos liderando, junto a Josu Jon Imaz en origen, un giro hacia la moderación que era lo que pedía la mayoría. El resultado fue que gran parte del voto tradicional de la derecha (incluyendo parte de los del PP) apoyaron al PNV, que garantizaba la tranquilidad reclamada por la sociedad vasca. Justo lo que ahora pretende enterrar el aparato jeltzale de Sabin Etxea, en una carrera hacia Bildu cuyo único objetivo es tapar el pecado original de una caída electoral, que no es por Urkullu, como Ortuzar pretende trasladarnos, sino por la contaminación que padece PNV como consecuencia de su inexplicable apoyo a Sánchez. La empanada ideológica actual de este partido es tal que se define a la vez como demócrata-cristiano, liberal y socialdemócrata, ocultando en buena medida que su razón de ser, tal y como la definió Sabino Arana, viene definida por la expresión «Dios y Leyes Viejas». Sus votantes, seguidores y militantes, han sido siempre de derechas, por mucho que algunos dirigentes aparezcan ahora travestidos de cosas que no son ni nunca fueron.

Aniquilado Urkullu, por exceso de moderación, la estrategia del EBB pasa por asociarse a Puigdemont. Ortuzar le fue a ver a Bruselas y ahora es su referencia. Urkullu no se hablaba con el fugitivo desde que el president echara por tierra su mediación para convocar elecciones autonómicas y olvidarse de declarar la independencia. Puchi era demasiado radical para una salida tan templada. Amén de que a Urkullu tampoco le agradaba la opción del voto favorable a la nueva investidura de Sánchez. Defendió opciones alternativas como abstenerse con Feijóo y hacer lo mismo con el socialista. Pero se ve que a Ortuzar le gusta Sánchez. Por eso apoyó su moción de censura, traicionando a Rajoy, y dos veces más la candidatura a la Moncloa. El presidente le debe mucho a Ortuzar. Sin este partido, el jefe del Ejecutivo no hubiera gobernado ni aprobado la sucesión de tropelías ideadas por la alianza social-podemita. Esa es la auténtica razón de la caída electoral del PNV. La contaminación sanchiana que le persigue. El mal agüero que adquieren cuantos pactan con él. Por ejemplo, ERC. O incluso Podemos. Sánchez irradia un halo de pendencia capaz de agravar hasta la guerra de Hamas contra Israel. Hay quienes, como Urkullu, tienden puentes para mejorar la convivencia. Sánchez la complica porque levanta muros y crea un clima viciado que llena de negatividad a cuantos lo respiran. Incluso al PNV.