La situación

Controlar la dosis

«La sensación que da el PP es que está teniendo serios problemas para establecer cuál es la dosis apropiada de Bildu en esta campaña»

Durante las semanas de precampaña, Pedro Sánchez disfrutó de un placentero camino sin apenas obstáculos. Cada pocos días anunciaba un nuevo «avance social» –según la terminología fabricada por el ingenioso equipo de estrategas de Moncloa– que se aprobaba el martes en Consejo de Ministros. A esa apacible travesía le surgió un huracán, justo cuando se iba a iniciar la campaña oficial: Covite, asociación de víctimas del terrorismo, se tomó la molestia de revisar todas las listas municipales de Bildu y averiguó que 44 de sus candidatos son miembros de ETA. La intimidad entre Pedro Sánchez y Bildu durante esta legislatura situó al presidente en el foco de la polémica, y el Partido Popular no desaprovechó la ocasión para tomar la iniciativa de campaña que no tenía y poner al presidente a la defensiva.

Cuando se da una circunstancia de este tipo, el partido que sale beneficiado (en este caso, el PP) disfruta de un golpe de suerte. Pero, a la vez, sus sesudos ingenieros de campaña deben prepararse para gestionar bien esa oportunidad sobrevenida: para controlar la dosis. Un medicamento tomado en su dosis correcta puede curar a un enfermo. Si, por el contrario, se aplica una dosis excesiva, el resultado suele ser catastrófico.

La sensación que da el Partido Popular es que está teniendo serios problemas para establecer cuál es la dosis apropiada de Bildu en esta campaña: no consigue averiguar dónde está la línea que separa pasarse de no llegar. Y corre el riesgo de dar oxígeno al PSOE en estos días previos a las elecciones. El asunto se puede enquistar por resultar demasiado repetitivo. Y, entonces, las declaraciones tienen que ser cada día más trompeteras que el día anterior para que los medios se hagan eco.

Así, ocurre que mientras Génova 13 no pide la ilegalización de Bildu, desde la Puerta del Sol se dice que «ETA sigue viva», y un senador se acalora hasta asegurar que una ley se ha hecho «sobre las cenizas del atentado de Hipercor». La hipérbole se acerca al ridículo y el efecto que se persigue se diluye. El 28M se acerca.