
Tribuna
«No me resigno»
El indiscutible mérito de nuestro actual presidente del Gobierno es el de saber escurrir el bulto y a la vez conseguir el total apoyo del aparato subterráneo del partido, indiscutiblemente sutil y eficaz, en el que «todo vale», como ya demostró el 11 de marzo de 2004

Tomo la frase de Nicolás Redondo Terreros pronunciada el pasado junio en el Foro Jovellanos. La reiteró con firmeza y preocupación en un ciclo sobre Diálogos Constitucionales (1), refiriendo cómo vivió familiar y políticamente la Transición y cómo se interpreta en el momento actual.
Coincido en que no podemos cruzarnos de brazos ante la situación que vivimos, cuando parece que hemos echado por tierra el consenso, el respeto, aquel ponerse en la piel del otro, en resumen, la mejor versión del patriotismo, el que conlleva incluso el sacrificio individual en beneficio de la colectividad. Sin la menor cautela ni reflexión, utilizamos el lenguaje para herir, para matar en vida al opositor, para desterrar cualquier opción de consenso. La palabra asesino tiene una clara definición en nuestro diccionario y se aplica sin el menor recato a personas que, por muchos errores que acumulen, sencillamente no lo son. Tiempo ha faltado a Ione Belarra para incluir en la nómina de asesinos a Ayuso por las residencias y a Juanma Moreno por los cribados. Porque la palabra, reiterada hasta la saciedad, sutilmente amplificada en un pseudofuneral de Estado, tiene efectos corrosivos que forman parte de una bien planificada acción política, que incluye el evitar que entren en nómina otros responsables de la tragedia de Valencia: quienes colapsaron la construcción de presas que regulasen o laminasen las avenidas del Barranco del Poyo, como se hizo en 1969 sobre el río Magro con la presa de La Forata, que, a pesar de su pasado franquista y de su mal mantenimiento actual, resistió. O como se nos recuerda estos días refiriendo semejantes inundaciones en el País Vasco en 1983 con el gobierno de Felipe González, que en las primeras 48 horas movilizó 2.000 efectivos, 200 vehículos y 50 máquinas pesadas del Ejército y en tres días sumaban 10.000 los miembros del Ejército y la Armada, ayudando. En Valencia, con mucha más organización estatal y periférica y con 6.500 efectivos acuartelados –helicópteros y anfibios incluidos–, los inicialmente empleados de la UME fueron significativamente muy inferiores. Aquello pintaba mal, con un caudal de 3.500 metros cúbicos/segundo, superior al del mismo Nilo y no era cuestión de comprometerse demasiado, pensaron algunos. Porque el indiscutible mérito de nuestro actual presidente del Gobierno es el de saber escurrir el bulto y a la vez conseguir el total apoyo del aparato subterráneo del partido, indiscutiblemente sutil y eficaz, en el que «todo vale», como ya demostró el 11 de marzo de 2004.
Tampoco se resigna el almirante Tafalla en estas mismas páginas (2) tratando del «perdón mexicano». «Debería callar, pero sin embargo no puedo». «La provocación siempre tiene ventaja táctica sobre la contención, pues lo único que tiene que hacer es levantar gradualmente el listón de la ofensa». Se refiere a la persistente exigencia de mandatarios mexicanos de que pidamos perdón por haber creado aquella Nueva España, demanda a la que se plegó recientemente «el pomposo e ineficaz Ministro de Exteriores –y más cosas– que disfrutamos». «En este enfebrecido ambiente preelectoral que vivimos, el partido del Gobierno solo trata de provocar a los partidos a su derecha, creando polémicas que cree le pueden beneficiar».
Les decía a nuestros hermanos centroamericanos cuando conviví con ellos cuatro años, asumiendo resignado sus «gritos» de independencia muchas veces vestidos de denuncia y culpabilidad, como ahora con México: «Imagino que habláis de vuestros abuelos; los míos se quedaron en España». ¿Qué pretende la presidenta Sheinbaum, un claro ejemplo de mestizaje, una de las aportaciones españolas? ¿Acallar graves problemas de seguridad interna? ¿Justificar que México, desde su independencia en 1821, fue incapaz de defender la herencia recibida, perdiendo o mal vendiendo la mitad de su territorio, el que hoy conforman, total o parcialmente, dieciséis de los cincuenta estados de la Unión?
Volviendo a Nicolás Redondo, refirió a través de los testimonios de Juan Ramón Jiménez, Araquistaín, Américo Castro, Sánchez Albornoz, Menéndez Pidal, los hermanos Machado e incluso de Indalecio Prieto y de Cernuda, su «hambre de España», llamando a la cordura y la reconciliación. Considera que la Transición tuvo sus antecedentes de demanda en la España del exilio y en las reflexiones sobre las tristes consecuencias de una guerra civil entre hermanos. Lo plasmó en un ejemplo familiar: acababa de llegar su padre deportado a Camino Morisco, pleno corazón de Las Hurdes. No encontraba alojamiento, incluso ni en el ayuntamiento ni en la propia iglesia. Solo le ofreció casa «un señor que pasaba con un burro» llamado Felipe, aun advirtiéndole: «Fui voluntario del bando nacional». Su amistad duró hasta la muerte.
Esta es la España de la cordura, la que no nos resignamos a perder.
(1) Fundación Rubió. Mahón. 7/11/25.
(2) La Razón. 3/11/25
Luis Alejandre Sintes, es general (r). Academia de las Artes y Ciencias Militares.
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