Crisis económica

Confianza plena en Rajoy

Mariano Rajoy recibió un país en bancarrota, con los ingresos del Estado en caída libre, el paro desbocado, el sistema financiero público a punto del hundimiento, las administraciones autonómicas con graves problemas de liquidez, sin crédito exterior, inflación creciente y un PIB que retrocedía sin solución de continuidad. Casi once millones de españoles (10.830.693, para ser exactos) le otorgaron con su voto el mandato de gobernar España para devolverla a la senda del progreso y el bienestar, conscientes de las dramáticas dificultades que atravesaba la nación. Pero el pacto no es sólo con quienes le votaron. El pacto es con los 47 millones de españoles, con quienes Mariano Rajoy tiene el compromiso de sacar a España de la crisis. Y el desafío es de enormes proporciones. Los datos económicos de los que se partía resultaron ser falsos, pues ocultaban un agujero económico mucho mayor del declarado, y la coyuntura internacional propiciaba el miedo y el retraimiento de los mercados financieros. Mariano Rajoy, al frente de su Gobierno, tuvo que replantear sus previsiones y renunciar a unas recetas económicas que, aunque en otras circunstancias hubieran podido dar fruto, se revelaron de inmediato como insuficientes. Y todo ello teniendo que hacer frente a las exigencias de reducción del déficit público de la Unión Europea, embarcada en una política de austeridad equivocada, pero con la que era forzoso cumplir porque era la única manera de obtener financiación exterior a un precio razonable. Sujeto nuestro país a los efectos de una tormenta financiera perfecta, interior y exterior, que incluso amenazaba con dar al traste con la moneda única, la política de emergencia impulsada por Mariano Rajoy y su capacidad para trasladar confianza y fiabilidad consiguió evitar el rescate de España y cambiar un rumbo con dirección a la catástrofe. Y, mientras, obligado a lidiar además con una oposición irresponsable, incapaz de tender la mano. Porque el panorama no estaría completo si no recordáramos las dos huelgas generales convocadas por los sindicatos de izquierda; los niveles inusitados de conflictividad laboral en el sector público, en especial en Sanidad y Educación; la presión en las calles impulsada por la izquierda radical; el filibusterismo legislativo de las autonomías gobernadas por la oposición, con medidas demagógicas en materia tan trascendente como el mercado hipotecario y, como guinda, el desafío separatista de Artur Mas, con sus inevitables repercusiones en la escena internacional. Pues bien, quince meses después, la situación de España es muy otra. Aún no se ha vencido la crisis y la tragedia del desempleo se mantiene, pero los indicadores fundamentales muestran, a quien quiera verlo, que se va por el buen camino. No sólo se ha producido la mayor reducción del déficit estructural de todas la economías avanzadas –lo que supone el mayor esfuerzo de consolidación fiscal de la historia de España– sino que, gracias a la mejora de nuestra competitividad, la balanza comercial es positiva y el saldo por cuenta corriente permite que no necesitemos financiación exterior por primera vez desde 1998. Europa sí ha visto el esfuerzo y nos ha devuelto su confianza. Los especuladores se han dado por vencidos y el desendeudamiento de familias y empresas augura un repunte de la inversión y el consumo en un corto plazo largo. Éste es el resultado de la política de Rajoy, de su voluntad de reformar las estructuras de un país lleno de desequilibrios, de transformar las bases para un crecimiento sano y, sobre todo, continuado. No es LA RAZÓN un periódico al que le dé miedo quedarse solo en la defensa de las posiciones que creemos justas. Lo hemos demostrado desde nuestra fundación, ya hace casi quince años. Y frente a las voces de otros medios, algunos supuestamente identificados con los votantes del PP, que ponen en cuestión a Mariano Rajoy y dan pábulo a quienes promueven su renuncia o pretenden deslegitimarlo, nosotros mantenemos la confianza en la labor del presidente del Gobierno, en su compromiso con los españoles y en su capacidad para sacar a España de la crisis.