Elecciones generales

El PP ante la segunda vuelta del 26-M

El calendario electoral ha sido elaborado como si tuviese lugar una segunda vuelta, a la francesa: después del 28-A viene el 26-M. En un principio, el ganador de los elecciones generales, el PSOE, se verá favorecido por la corriente de euforia que acompaña a los vencedores. Por contra, los que han salido derrotados, y en este caso el PP ha sido el que ha sufrido el castigo más severo, tienen la posibilidad de enmendar los errores cometidos, intentar la recuperación o, por lo menos, evitar destrozos mayores. El próximo 26 de mayo, dentro de apenas cuatro semanas, los españoles volverán a las urnas para los comicios municipales, autonómicos y europeos y, aunque el sistema electoral es diferente al de las legislativas, sí permitirá que los partidos afiancen sus posiciones y aumenten o conserven su poder territorial. Aunque es cierto que la política de alianzas para formar Gobierno, algo que afecta de manera muy directa a PSOE y Cs, no se revelará hasta después del 26-M para evitar deserciones de votantes que no comprendan las decisiones de los partidos, estos comicios estarán marcados por el resultado de las elecciones del pasado domingo. Unos, por ganar; otros, por perder. Quien tiene el mayor reto es, sin duda, Pablo Casado, que en apenas diez meses desde que llegó a la presidencia del PP tendrá que afrontar dos elecciones en las que está poniendo en juego su liderazgo. Hay un dato que es irrelevante dado el triunfo socialista, pero que no puede perderse de vista: el votante de centroderecha, ahora fraccionado entre PP, Cs y Vox, está equilibrado con el votante de izquierda (PSOE y Unidas Podemos). Ambos suman algo más del 43% del voto porcentual, que luego se desequilibra a favor de Pedro Sánchez cuando suma el resto de partidos que apoyaron la moción de censura, de extrema izquierda, nacionalistas conservadores, independentistas..., socios que podrían de nuevo apoyar al futuro Gobierno. Es decir, el votante de centroderecha existe, pero dividido en tres formaciones, por lo que Casado tendrá el reto de conseguir volver a atraer a los electores que hasta hace poco seguían votando a su partido. No hay otro camino. Seguir elucubrando sobre la suma de los tres partidos es un error porque ahora se ha demostrado, por si había dudas, que fraccionados no suman. El objetivo de Albert Rivera ha quedado claro, según él mismo explicó en la noche electoral: desbancar al PP y situarse como líder de la oposición; Vox también ha comprendido que existe un voto útil, que a la primera no se puede dar otro sorpaso. La realidad, sin embargo, es que el centroderecha tiene una base muy sólida en el conjunto del territorio nacional, salvando las que están bajo dominio del nacionalismo vasco y catalán, tanto en voto directo como en porcentaje. La clave en las pasadas elecciones estuvo en que Sánchez supo agrupar el voto de la izquierda en detrimento de Pablo Iglesias. En comunidades en las que el PSOE ha sido vencedor, el voto siguen siendo mayoritario para el centroderecha: Castilla-La Mancha (55,45%-43,52%) o Castilla y León (59,15%-40,17%), igualados en la Comunidad Valencia (48,58%-48,46%) o con una clara superioridad en la de Madrid (53,43%-43,52%). El votante tradicional del PP existe, pero Casado deberá atraerlo de nuevo. No estamos ante una segunda vuelta a la francesa en la que todo el voto se reagrupa en dos formaciones; muy al contrario, el 26-A cada partido defenderá su posición y nadie pedirá el voto para nadie que no sea de su propio grupo por ningún sentido de utilidad. El PP sigue teniendo un importante poder territorial, gobierna en la mitad de las capitales de provincia y como partido tiene una estructura sólida y militantes que siguen creyendo en el proyecto. Es un gran reto, sin duda.