Parresía

El efecto Bildu

La duda ahora es si los pactos que ha rubricado Pedro Sánchez con Otegi, a lo largo de esta legislatura, le pasarán factura el 28M

Con las elecciones a la vuelta de la esquina, más de uno/a anda poco atinado/a en sus últimas apariciones públicas. Bien porque se presta a dar mítines después de comer y la lía –explayándose sobre la vida amorosa de sus hijos–, bien porque le abordan en la calle para preguntarle por su chalet y las formas que emplea al contestar no son, ni de lejos, las más adecuadas. Mientras haya cámaras delante, torpezas, amigos candidatos, las justas.

Se trata, en todo caso, de asuntos de segundo nivel si se comparan con las principales preocupaciones de los españoles, según el último CIS: la economía, el paro y la sanidad nos siguen quitando el sueño. En ascenso, el problema de la sequía y, cómo no, la situación política, más enrarecida conforme se acerca la cita con las urnas. El organismo que dirige el señor Tezanos vuelve a colocar –en contra del resto de los sondeos publicados– al PSOE en lo más alto en intención de voto, aúpa al PP y otorga a Sumar la proeza de surgir como tercera fuerza política.

Este CIS ha sido elaborado, de todos modos, antes de la decisión temeraria de Bildu de incluir a etarras en sus listas electorales. Pensaba el Gobierno que la polémica duraría dos días pero, mira tú por dónde, COVITE lo denunció, algunos medios de comunicación le hicieron caso y, a día de hoy, la presión social ha colocado a los «hombres de paz» posteriores a ETA en el centro del debate político.

ETA no está viva como organización, España la derrotó, eso lo sabemos todos. Isabel Díaz Ayuso ha optado por radicalizar su discurso, consciente de que necesita arañar unos cuantos votos a VOX para conseguir la mayoría absoluta en la Comunidad de Madrid.

Tampoco es posible ilegalizar a Bildu porque la Fiscalía General del Estado no lo va a permitir, pero los asesinatos etarras siguen presentes en la memoria colectiva de muchos votantes. La formación abertzale se quedó corta anunciando, esta semana, que esos siete condenados por delitos de sangre, candidatos suyos, renunciarán a sus respectivas actas. También deberían exigírselo a esos otros 37 de sus listas que ayudaron, contribuyeron y brindaron tras cada uno de los atentados que cometió ETA. Se sospecha que el Gobierno medió con Otegi para que retirara a sus etarras de lo público, aunque la jugada le a salido bien a medias. La normalización de lo que representa Bildu resulta inmoral, también para muchos socialistas, y la duda ahora es si los pactos que ha rubricado Pedro Sánchez con Otegi, a lo largo de esta legislatura, le pasarán factura el 28M. En el fondo, estos comicios municipales y autonómicos serán el primer gran examen del presidente del Gobierno.