No hay vida fuera de la Unión Europea. Al menos, no hay vida con derechos y garantías. Con libertades. Por eso debemos aferrarnos a nuestros valores. Y entre ellos, y clave de nuestra supervivencia como sociedad, está nuestra estabilidad financiera y monetaria. Ahora, más que nunca, cuando la moneda común europea, el euro, celebra en estos primeros días de enero su vigésimo aniversario, debemos verlo –más allá de las fluctuaciones en su valor y los desequilibrios– como un símbolo de fortaleza que necesita nuestra confianza. En él y en nosotros como sociedad. Puesto en circulación el 1 de enero de 1999, el euro se convirtió en la segunda moneda más utilizada en el mundo, después del dólar estadounidense. Actualmente es la moneda de 340 millones de personas que viven en 19 Estados miembros de la Unión Europea. El euro «se ha convertido en símbolo de unidad, soberanía y estabilidad», como afirma el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker. Frente a los populismos en ascenso, al Brexit o a los desafíos tecnológicos, frente al proteccionismo estadounidense o la globalización avasalladora de China, Europa tiene en el euro un arma clave para sobrevivir y subrayar sus valores de justicia social.