
Mirando la calle
Las etiquetas
«La libertad parece puro espejismo en esta sociedad donde lo habitual es comportarse según las etiquetas»
Hace unos días ejercí de moderadora en una mesa literaria dentro del festival Rosa y Negro de Tres Cantos, a la que se sentaban los Mola (Agustín Martínez, Jorge Díaz y Antonio Mercero) y también Alice Kellen, los best sellers del momento en el mundo noir y el romántico. Charlando de diversos asuntos relacionados con cada género, aprendí que una novela romántica, para serlo, ha de acabar bien del todo, es decir, con sus protagonistas (los de la historia romántica que vehicula la trama), juntos y felices. Si no, podrá ser una novela de amor, pero no una romántica… Así lo estipulan los cánones y también los lectores (sobre todo lectoras) que penalizan a los escritores (sobre todo escritoras) adscritos a este género, si osan saltarse las normas establecidas.
En el género negro ocurre algo parecido. Hay defensores de las novelas negras canónicas que no solo apuntan a los temas y al lenguaje, sino también a una estructura, que pretenden que sea tan cerrada que, al final, cada vez se escriben novelas más parecidas entre sí, donde, además, casi es obligatorio que los finales sean fatales o lo suficientemente ambiguos como para que las cosas no acaben del todo bien. Son muy pocos los se que arriesgan a dejar de hacer cualquier cosa de las que determinan las reglas, para no correr el riesgo, como explicaba Alice Kellen, de que le quiten a uno del estante correspondiente y no sepan dónde colocarle. O lo que es lo mismo: que acaban dejándose encarcelar en los parámetros de lo marcado, incluso de ese mundo de la creatividad que debería ser cuanto más libre mejor, para propiciar que el talento se desarrollara.
Pero es que la libertad parece puro espejismo en esta sociedad donde lo habitual es comportarse según las etiquetas. Y muchas veces ni siquiera las que elegimos, sino que nos las colocan. Tú de derechas, tú de izquierdas, tú del Atlétic, tú del Madrid, tú de noir, tú de romántica… ¿De verdad queremos que el mundo sea tan previsible como para solo elegir los medios donde dicen lo que pensamos o para enfadarnos con finales de novela inesperados?
Yo me rebelo en la literatura y en la vida. A la mierda las etiquetas.
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