Las correcciones
Los europeos y el gran juego
Las conversaciones fantasma en Estambul ponen a prueba la paciencia de Trump con Putin
Romper con el vínculo transatlántico es más difícil de lo que parece. A pesar de los instintos más aislacionistas del presidente estadounidense, Donald Trump, y de su vicepresidente, JD Vance, («La UE es más sucia que China en temas comerciales», dijo recientemente el primero a propósito de su guerra arancelaria o el famoso «Odio tener que rescatar a Europa otra vez», de JD Vance) los europeos siguen siendo el aliado más fiable para Estados Unidos (y viceversa). Le guste o no, a la actual Administración estadounidense.
La guerra en Ucrania es una prueba inequívoca de esta realidad. El presidente estadounidense prometió terminar con la invasión rusa en 24 horas. Hemos superado los primeros 100 días de mandato y el peor conflicto armado de Europa en 80 años sigue sin dar tregua. JD Vance reconoció hace unos días que Rusia «pide demasiado» para poner fin a la guerra en Ucrania. Putin sigue sin aceptar el alto el fuego de 30 días muñido por Estados Unidos y como salida ha propuesto unas conversaciones fantasma en Estambul. Fantasma porque la delegación enviada a Turquía es un paripé.
El pasado fin de semana, la «coalición de los voluntarios» liderada por el primer ministro británico, Keir Starmer, y compuesta por el presidente francés, Emmanuel Macron, el canciller alemán, Friedrich Merz y el primer ministro polaco, Donald Tusk, jugó muy bien sus bazas al obligar a Vladimir Putin a mover ficha. El ultimátum de los aliados para que aceptase un alto el fuego o una nueva ronda de sanciones iba dirigido a mostrar a Donald Trump cuál de los dos actores es el belicista. El escapismo del presidente ruso en Estambul ha puesto a prueba la paciencia del estadounidense que llegó a ofrecerse para presidir el encuentro diplomático. Hasta ahora ha mostrado bastantes tragaderas con el amo del Kremlin (y una mecha muy corta con Zelenski), pero el aguante del presidente estadounidense podría no ser infinito.
Tan elocuente como esta negociación farsa ha sido la foto del jefe del Kremlin con Xi Jinping durante los actos del Día de la Victoria en Moscú. La ambición estratégica de Trump de arrancar al exagente de la KGB de los brazos del presidente chino para repartirse el mundo en áreas de influencia se desvanece tan rápido como la paz inmediata. Ver a Xi Jinping –con el que mantiene una guerra comercial a cara de perro– presumir durante tres días de la «amistad sin límites» con Putin aleja ese nuevo orden global que el presidente norteamericano aspira a crear mano a mano con Rusia.
Este fracaso de Trump ha permitido a los europeos volver al juego diplomático y reivindicarse como socios. La «coalición de los voluntarios» (en la que no participa España por estar inmerso el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en una espiral autodestructiva) ha sorteado los intentos de Estados Unidos y de Rusia de sacar a Europa de la ecuación en Ucrania. Los aliados deben continuar con el diálogo buscando un alineamiento con Washington sin dejarse engañar por el Kremlin y manteniendo en todo momento la presión militar en el país invadido. Los europeos pueden convencer a Donald Trump a través de sus actos «facta non verba» o dejar que sea el desinterés ruso el que hable por sí solo.