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El buen salvaje

Falta a Morata

El caso es que todos los que compartían los instantes felices de la pareja infeliz se sienten ahora defraudados y con derecho a saber si el que parecía tonto era más listo y ya planeaba un engaño masivo

Morata, un doce de agosto, es encontrarse a Escassi en un ascensor que se para: no hay escapatoria. Solo hay que dejarse llevar por la tecla. Las separaciones y el sexo son gotas de almíbar. Lo que tiene el futbolista, que no tiene el jinete, es una injusta fama de bobalicón, aunque todas las alarmas sonaron cuando se habló de unas chicas en X que iban contando chismes de cama marbellí. Cuentan que esta temporada hay tanta «escort» en los aledaños de Puerto Banús que hay que colocarse el cartel de «soy manchega» para que no confundan la parte por el todo o el queso con el jamón.

Morata, pobre, es un chico que se hizo meme porque no acertaba ni de casualidad. Como esos toreros a los que la afición encumbra en el olimpo de los chistes. Con su chica, apuntó al menos cuatro veces, y de todas ellas dejó imagen en instagran. Cuatro hijos. Su vida y la de la «modelo» o «empresaria» o lo que sea Alice Campello, era una farsa. El pueblo los veía como la familia ideal que salta al campo cuando vence papá y se lía a besos, pero eran unos pobres diablos guapos que una vez que salían de la foto se metían en otro marco mental, otra luz y otro enfoque. No entiendo la necesidad de ser un molde feliz cuando se ingresa tantos millones como dedos al año. Debe ser que eso de reír y pasárselo bien computa en la cuenta de los «influencers», menos si te llamas Ángel Martín o James Rhodes, que entonces puedes llorar y llamarte loco.

El caso es que todos los que compartían los instantes felices de la pareja infeliz se sienten ahora defraudados y con derecho a saber si el que parecía tonto era más listo y ya planeaba un engaño masivo. Esta misma semana he visto como una pareja se tomaba una foto romántica y después se mandaban a comprar un helado, cada uno por su camino, con cara de asco. Vivimos la era del disimulo, de la hipermodernidad y la ligereza. Morata nos ha engañado sin saber nada de esto. Otra cosa es Escassi, que es pura vanguardia sentimental. Falsa de nacimiento.