Apuntes

Feliz día, chicas (con retraso)

«Algunos atisbamos en las hijas las cualidades que han hecho de España un matriarcado. Un país agradable de vivir y eficaz»

Los bares como «El Ratito», puerto de abrigo en mi costa laboral, deberían incluirse en el catálogo de Bienes de Interés Nacional o, en su defecto, pasar a formar parte de la red sociosanitaria del Estado. Vaya por delante que uno no tiene nada en contra de esos establecimientos para oficinistas que dan desayunos y comidas, y cierran pronto, porque ser faro en el desierto de bloques de hormigón, cristal y acero es una vocación religiosa, algo que nuestra inefable Yolanda no comprende, por más abrazos papales que dispense. «El Ratito» es bar de barrio con «lujos» de países en vías de desarrollo –cañas bien tiradas, menú del día, tapas, bodega apañada, aunque con cierto déficit de Rioja, que los del Duero pegan fuerte últimamente–, y personal amable y competente, pero, sobre todo, uno de esos lugares de encuentro de vecinos de larga data, a los que ha visto llegar, criar hijos, jubilarse y, ahora, ve pasear los primeros nietos. La clientela, entre los 20 y los 80 años, cambia según los días y las horas, pero los «fijos» de entre semana, los de la «terapia de grupo», somos gentes que hemos vivido en directo la Transición, tiramos de las nuevas tecnologías con prudente circunspección, huimos del twitter como de la muerte y vivimos en un 8 de marzo permanente, algunos, atisbando en la descendencia femenina, la propia y la adquirida, las mismas cualidades que han hecho de España un régimen de matriarcado, por lo tanto, un país eficaz y bastante agradable. El grupo de terapia al que tengo la suerte de pertenecer no tiene miembros fijos ni números clausus y lo mismo departes con un general médico, un pintor, un enfermero, un fotógrafo, un ingeniero, uno que ha trabajado en la minería del uranio, otro, en la banca; un psiquiatra –estrictamente en ese tiempo y lugar, fuera de servicio–, un profesor de Universidad, un camarero, un comercial farmacéutico reconvertido a lo agrario, un periodista y, finalmente, uno de esos empresarios a los que nuestro excelente gobierno ha convertido en máquinas de pagar impuestos. Las mujeres, las propias, pueden dejarse caer de vez en cuando, pero están siempre presentes, porque, prácticamente, todos los contertulios llevamos décadas de matrimonio y ellas son la referencia de un mundo, el nuestro, en el que nunca supimos de lo heteropatriarcal. Feliz día, chicas. Con retraso.