El buen salvaje
Una flotilla contra el Día de la Hispanidad
La flotilla gubernamental tiene más peligro que las otras. Así hemos llegado a que Donald Trump, el héroe inesperado, celebre el Día de Colón felicitando a los italianos
Las flotillas de la happy pandy no amarran mucho tiempo. Sus seguidores padecen estos días la melancolía existencial de los lobos de mar. El acuerdo de paz en Gaza supone una guerra en sus tripas. Se trata de un síndrome conocido como la rebelión del microbioma progre. Sienten que el mundo no es justo si no cuenta con sus oraciones (las frases y las plegarias) y sus momentos de pasión en cubierta, como confesó Barbie Gaza, que es la activista soñada por Bertolucci pero en tiempos de Onlyfans, que es un fulaneo moderno. La protesta es una manera de intercambiar una filosofía de vida y también gominolas de marihuana y otros efluvios de los que conoce por experiencia, un poner, Íñigo Errejón.
Muerta la vía palestina, hoy tienen la oportunidad, como cada 12 de octubre, de mostrar su disconformidad con otro, repitan conmigo, ge-no-ci-dio, el de Hispanoamérica, y echarse al mar y llamar a su barco Libertad, como en la canción de Perales. Poco ha hecho el Gobierno por acallar la fiebre de ahorcar a Colón, un Franco de hace quinientos años. Son esos personajes a los que se quiere matar con la frustración de que ya están muertos. La obsesión de acabar con un difunto los convierte en vampiros o en zombis.
La izquierda arrastra el problema de la orfandad de España, pues se cree hija de una tierra cooficial. Es ese escozor de García Montero, Barbie Montero, el director del Cervantes, por no manosear la cuota del español a su antojo y de meter mano a la Real Academia Española, el penúltimo reducto donde no llegó a mandar el lenguaje inclusivo y esas vainas. Montero, en lugar de enviar una flotilla a Estocolmo para que un autor en español gane alguna vez en el siglo el Premio Nobel, o sea, en vez de hacer diplomacia cultural para mayor gloria del idioma común, se dedica a enviar sus buques a destruir el Congreso de la Lengua Española. Celebra el aniversario del matrimonio gay. Jalea los actos sobre la memoria histórica. Qué tendrá que ver todo ello con el español, me pregunto.Tú me llamas amor, yo hago lo que se espera de un alto cargo sanchista. La flotilla gubernamental tiene más peligro que las otras. Así hemos llegado a que Donald Trump, el héroe inesperado, celebre el Día de Colón felicitando a los italianos. Nuestro pasado está herido y el presente apesta. Diríase que se llenaron la boca de Cultura y luego la escupieron sobre un suelo de serrín. No es que no haya talento, es que es español. Nos odian dentro y nos desdicen fuera. La flotilla ha cumplido su objetivo: España no existe.