Tribuna
¿Hay terroristas del 11-M desconocidos?
Existen razones para considerar muy probable que el número de implicados en la red del 11-M fuese entre significativa y considerablemente mayor
La red yihadista del 11-M tuvo veinticinco integrantes sobre los cuales podemos hablar con fundamento. Todos estaban en libertad cuando tuvieron lugar los atentados en Madrid, aunque uno se hallaba en busca y captura. Hasta quince recibieron condenas de uno u otro tipo en procedimientos judiciales abiertos por esos hechos: once en Madrid, tres en Rabat y uno en Milán. Siete perecieron en la explosión suicida de Leganés. Tres consiguieron huir a Irak y perdieron la vida combatiendo en la rama iraquí de Al Qaeda, si bien la suerte de uno de ellos no está formalmente documentada. Todos se incorporaron a la red del 11-M a través de alguno de los tres componentes que la configuraron.
Al núcleo inicial, constituido por individuos imbricados previamente en la célula de Abu Dahdah, pertenecieron Serhane ben Abdelmajid Fakhet, el Tunecino, Said Berraj y Jamal Zougam. Estos incorporaron a los argelinos Allekema Lamari, exmiembro de una célula del Grupo Islámico Armado desarticulada en Valencia en 1997 –excarcelado en junio de 2002 por error judicial– y Daoud Ouhnane. Además, establecieron vínculos con Rabei Osman Es Sayed Ahmed, Mohamed el Egipcio, reclutador itinerante para Al Qaeda, su cercano Mohamed Larbi ben Sellam, Fouad el Morabit Amghar y Abdelilah Hriz. Estos nueve yihadistas, cinco marroquíes, formaron el primer componente de la red del 11-M.
El Grupo Islámico Combatiente Marroquí (GICM) aportó el segundo componente. Lo constituyeron, por una parte, dos de sus más notables miembros radicados en Europa occidental, Hassan el Haski y Youssef Belhadj. Las actividades de radicalización y reclutamiento que este último, junto al hermano con quien residía en Molenbeek, un distrito de Bruselas, había llevado a cabo en la localidad madrileña de Parla, permitieron incorporar a Mohamed Afalah, Mohamed Belhadj y Abdelmajid Bouchar. Este propició que se uniese Mohamed Bouharrat. En conjunto, estos seis individuos estuvieron inmersos en el componente con que el GICM contribuyó a la red terrorista del 11-M.
La incorporación de un tercer y último componente a la red del 11-M obedeció a la determinación de Jamal Ahmidan, el Chino, otro marroquí con amplio historial delictivo, principalmente como narcotraficante. Una vez supo de los planes en curso para atentar en Madrid, movilizó a nueve marroquíes más, miembros de la banda de delincuentes de la cual había sido largo tiempo cabecilla. Entre ellos, los hermanos Mohamed y Rachid Oulad Akcha y Abdenabi Kounjaa. También asoció a este componente a otros individuos con trayectoria criminal previa como Hamid Ahmidan y Hicham Ahmidan, Rachid Aglif, Saed el Harrak, Rifaat Anouar Asrih y Othman el Gnaoui.
Una vez ensamblados, la interconexión entre componentes correspondió a sus respectivos nodos neurálgicos. Para el del GICM y el de la banda de delincuentes convertidos en yihadistas, los nodos no variaron, siendo Youssef Belhadj y Jamal Ahmidan respectivamente. Otra cosa ocurrió respecto al componente procedente de la célula de Abu Dahdah, cuyo nodo fue finalmente el Tunecino porque a los dos previos se les detuvo durante 2003, uno en Marruecos y otro España. En la jerarquía de la red del 11-M el Tunecino prevalecía, pero los tres nodos estaban en contacto con Amer Azizi, convertido ya en conducto entre ese entramado y el mando de operaciones externas de Al Qaeda.
Ahora bien, existen razones para considerar muy probable que el número de implicados en la red del 11-M fuese entre significativa y considerablemente mayor. Para empezar, que incluyera a Mouhannad Almallah Dabas, sirio naturalizado español, condenado en la Audiencia Nacional por integración en grupo terrorista en la principal sentencia por el 11- M. Fue absuelto en una segunda sentencia emitida por el Tribunal Supremo donde, sin embargo, los jueces no cuestionaban que sus ideas fuesen las de un islamista radical que justificaba el uso de la violencia. Almallah viajó en 2013 a Siria, donde murió abatido cuando desarrollaba funciones logísticas en favor del Frente Al Nusra, entonces rama territorial de Al Qaeda.
Otro individuo que bien pudo formar parte de la trama fue el marroquí que ofreció su domicilio para que exmiembros de la célula de Abu Dahdah comenzaran a reunirse en marzo de 2002. O el marroquí que en septiembre de ese año viajó a Valencia para trasladar a Lamari a Madrid e incorporarlo a la red del 11-M. O el argelino cuya huella apareció en Leganés, pasado integrante de una célula del Grupo Salafista para la Predicación y el Combate. O el otro argelino, un tal Mokhtar o Abu Hafj, con conocimientos de informática, que tras el 11-M se ocultó en Pamplona, escapando luego a Italia. O el búlgaro que regresó a su país desde Madrid ocho días antes del 11-M con notas para confeccionar bombas que le había dado el Tunecino. Asimismo, los individuos que asistieron económicamente a Afalah durante su huida para sobornar a un vigilante del centro para indocumentados donde permaneció internado en Turquía antes de llegar a Irak. O quienes lo hicieron con Mohamed Belhadj en Bélgica antes de irse a Siria, donde fue detenido y entregado a Marruecos.
Igualmente hay motivos para preguntarse si el propio Abu Dahdah, entonces preso a la espera de juicio, estuvo confabulado con los terroristas de Madrid. Un egipcio, íntimo del Tunecino, lo visitó en el centro penitenciario de Soto del Real al menos catorce veces entre junio de 2003 y marzo de 2004. La última, sólo cinco días antes del 11-M.
Fernando Reinareses catedrático en la Universidad Rey Juan Carlos e investigador asociado distinguido del Real Instituto Elcano.
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