Tribuna

Herencias de 2023

Estamos ante una muestra innegable de que el multilateralismo es insustituible

Adivinar el futuro ha sido desde el principio de los tiempos una aspiración humana imposible. El ya finalizado 2023 ha vuelto a demostrarlo, incluso para los modelos económicos más sofisticados. Mirar hacia atrás para obtener lecciones de lo sucedido tampoco es sencillo, pero vamos a intentarlo.

2023 se fue dejando importantes marcas. Desde noviembre algunos asuntos centrales ya habían tomado nuevos derroteros. Por un lado, después de más de dos años Estados Unidos y China reanudaron conexiones al más alto nivel militar, estableciendo una garantía de seguridad esencial para todos. Así, dos meses más tarde con nuevas tensiones en la península de Corea, las dos superpotencias tienen acceso recíproco al más alto nivel militar. Ucrania, Gaza, el Mar Rojo y bastantes etcéteras entran en ese grupo.

En la reunión de San Francisco se comprobó también la importancia que el presidente chino, Xi Jinping, daba a las relaciones con el sector inversor privado, reuniéndose con un amplio grupo. No en balde no solo las exportaciones, sino la inversión extranjera, han dado una mala sorpresa en 2023 para China, que es ya la mayor economía del mundo, en paridad de compra, pero muchos millones de sus ciudadanos viven con mucho menos de 5.000 dólares al año.

Así como para muchos, el mayor riesgo político global en este principio de año son las elecciones presidenciales norteamericanas, con una posible victoria de Trump. La situación económica china representa una incógnita, muy relevante, teniendo en cuenta que en los últimos 20 años ha sido responsable de más de la mitad del crecimiento mundial. Pero a diferencia del resto de los países, el consumidor chino salió de la COVID no ya retraído sino temeroso. Sus autoridades le habían tratado con extrema dureza, prolongando un encierro total cuando el resto del mundo se había normalizado. Tampoco la cobertura social es allí generosa, ni la libertad de las personas para moverse. Así el ciudadano ahorra antes que consumir.

Durante más de 30 años este ahorro se canalizó a un ritmo frenético de inversión, una parte exportada a precios muy baratos. Pero primero, Estados Unidos con Donald Trump y ahora ya la Unión Europea imponen restricciones a las exportaciones baratas chinas. En 2023, China ha sufrido caídas en sus exportaciones, así como en sus ritmos de inversión extranjera, en un contexto de severa caída de la población en edad de trabajar.

Pero no solo el crecimiento chino débil relativamente, sino el precio del dinero son poderosas herencias de 2023. También el pasado noviembre los principales bancos centrales occidentales abandonaron el mantra de «altos tipos durante tiempo» por bajadas ya. Después de la intensidad histórica en subidas de intereses desde 2022, como reacción a no haber visto la llegada de la inflación, esta vez tampoco vieron la debilidad en tasas trimestrales de los precios y los cambios en las correlaciones entre precios con niveles de empleo y salarios. La consecuencia de que para muchos las previsiones de los bancos principales no son fiables, ni para arriba ni para abajo, es otra herencia de 2023.

Una de las preguntas a plantearse en el comienzo de 2024 es cuántos recortes de tipos se producirán. Para responderla antes tenemos que saber si esas bajadas serán por caída excesiva de la inflación o por debilidad del crecimiento. En la UE todo apunta a lo segundo. Desde luego, una subida inesperada de los precios sería una gran e incómoda sorpresa. Con presiones también sobre la política fiscal a causa del exceso de deuda pública acumulada, solo quedan los aumentos de productividad para impulsar el dinamismo económico. Pero pocas reformas orientadas a esto están en las agendas públicas en este año superelectoral.

Entre otras muchas cosas, el pasado año se celebró otra conferencia multilateral sobre el clima. Por primera vez se estableció el objetivo de reducir las emisiones de carbono por los países productores de petróleo, también las de metano por las principales compañías emisoras, junto con aportaciones de los países ricos a los menos desarrollados como compensación por pasadas emisiones.

Es cierto que cada vez se produce más energía de origen renovable, como lo es que también que estamos en récord de consumo de carbón, gas y petróleo y que las subvenciones globales al consumo de petróleo superan los 7.000 millones de dólares anuales. El hecho de que mucho de lo relacionado con el cambio climático esté lleno de contradicciones y objetivos que pueden parecer imposibles no puede hacernos olvidar que estamos ante la más difícil negociación multilateral de la historia, donde parece imposible saber dónde estamos e incluso a dónde vamos. Para mí estamos ante una muestra innegable de que el multilateralismo es insustituible.

Sin embargo, 2023 nos ha enseñado que muchos y relevantes objetivos medioambientales concretos son posibles: un mercado global de derechos sobre carbono, un constante incremento de la eficiencia energética para doblar desde el 2% actual, una reducción sostenida de las emisiones de metano y carbono, la expansión de las redes para permitir la electrificación de nuestra economía, entre otras cosas. Ponerse objetivos y medirlos en estas materias será de gran ayuda para avanzar frente al desafío climático. Las nuevas tecnologías, desde luego la Inteligencia Artificial, pueden y deben jugar un gran papel en todos estos desafíos.

Estos temas seguirán después de 2024 desde luego. Las líneas del pasado deberían ayudarnos a vivir con ellos durante estos próximos 12 meses. Con un poco de fortuna su evolución nos será favorable.