Sin Perdón

La Historia no amnistiará a Pumpido

«Se recordará que fue el magistrado que se vendió como Judas para traicionar al Estado de Derecho»

Dentro de unos días, Cándido Conde-Pumpido culminará su carrera jurídica con uno de los actos más deleznables de la Historia del Derecho Español. No será un servicio al Estado, sino que actuará sabiendo que lo hace para complacer al poder político. Ni siquiera será un texto brillante, como en el pasado han redactado juristas con más talento para legalizar prácticas ética y jurídicamente reprobables. No lo hará en solitario, sino que contará con la colaboración de otros magistrados del Tribunal Constitucional dispuestos a perpetrar esa abominación que será convertir en constitucional aquello que nunca lo ha sido. No serán más que colaboradores necesarios en la decisión de Conde-Pumpido.

En su día apuntó maneras cuando era fiscal general del Estado, pero podía justificar, aunque era mentira, que lo hacía para acabar con ETA. Hace un tiempo me lo dijo una brillante jurista, pero me añadió que ahora lo hace solo para blanquear a Sánchez. Por supuesto, sabe perfectamente que la amnistía es un fraude, pero no le importa. Los fundamentos jurídicos de la futura sentencia son irrelevantes, porque tienen la misma credibilidad y rigor que el propio texto aprobado por el Congreso de los Diputados.

No es fácil entender por qué un magistrado emérito del Tribunal Supremo se aviene a perpetrar un acto tan deplorable. Me lo he preguntado muchas veces. ¿Vale la pena dilapidar la honra, la dignidad y el prestigio para servir a las ambiciones de Sánchez? No tengo respuesta. Lo que sí sé es que La Moncloa y sus enviados aseguraron a los independentistas que Conde-Pumpido declararía constitucional el texto que aprobará el Congreso. Esta seguridad le inhabilita para ejercer su papel como presidente del Tribunal Constitucional.

Con respecto a las magistradas y los magistrados que le acompañarán en este viaje son meros figurantes, pero no tienen ninguna autonomía sino que agradecen el cargo que les dio el PSOE. Es conocida su carencia de méritos reales, hasta el extremo de que uno de mis mejores amigos siempre dice irónicamente que su ausencia de conocimientos jurídicos las hace inimputables.

Es cierto que en el pasado tuve en mayor estima la pericia de Conde-Pumpido como jurista, pero hace tiempo que me convencieron de que estaba equivocado. No es, desde luego, su padre, y en la sala de lo Penal siempre ha estado resentido por la brillantez de Manuel Marchena. Esto explica muchos de sus actos, así como su conversión en un mercenario de la Justicia dispuesto a perpetrar una enorme injusticia constitucionalizando la amnistía.

Es cierto que las democracias han mantenido las medidas de gracia que venían del Antiguo Régimen, pero adaptándolas al sistema constitucional. Por ello, no tiene ninguna lógica jurídica, existiendo los indultos, la aprobación de una amnistía para blanquear delitos políticos tan graves como los perpetrados por los independentistas contra el ordenamiento constitucional y estatutario. Los constituyentes decidieron no incluirla, porque es una aberración. La gracia se tiene que aplicar individualmente y con una serie de requisitos, porque ni siquiera existe el arrepentimiento por los delitos cometidos. Conde-Pumpido acepta legitimar la compra de la presidencia del Gobierno a cambio de una proposición de ley elaborada por aquellos que se van a beneficiar de ella. No conozco un acto similar ni en la Historia contemporánea del Derecho ni en otros países de nuestro entorno. Es una ley que se fundamenta en un enorme fraude y hay que tener muy pocos principios para aceptarlo.

A estas alturas, nadie puede considerar que el presidente del Tribunal Constitucional es un jurista. Es un político de partido que lleva una toga que mancilla sin ningún pudor. No hay razones de interés general que justifiquen la medida. Ni existe ni ha existido un conflicto que necesite una actuación tan arbitraria que haga necesaria aceptar la imposición de los independentistas. Es la consagración de la impunidad para unos políticos que tienen la capacidad de chantajear al presidente del Gobierno. Las Cortes Generales no estaban facultadas para discutir esa iniciativa y el secretario general del Congreso se situó al mismo nivel de servilismo que Conde-Pumpido. Es una medida incompatible con el Estado de Derecho. En otras ocasiones he enumerado los preceptos constitucionales que vulnera. A esto hay que añadir que una amnistía se tendría que aprobar, aunque no cambiaría mi opinión sobre su inconstitucionalidad, con una mayoría muy cualificada. Lo lógico es que tuviera una clara base constitucional, aunque Conde-Pumpido supongo que utilizará el disparate para justificarla de que no está expresamente prohibida. No es casualidad que la Constitución prohíba los indultos generales.

A estas alturas, no hará otra cosa que unir su destino con la descomposición del sanchismo. Se ha quedado sin credibilidad e incluso los que le saludan educadamente tienen la peor de las opiniones. No creo que culminar su carrera profesional con semejante despropósito sea una gran idea, aunque le hagan presidente del Consejo de Estado o embajador en la Patagonia. Por más que intente blanquear en el futuro su comportamiento, todo el mundo recordará que es el magistrado que se vendió como Judas para traicionar al Estado de Derecho. Mientras que su enemigo Marchena será reconocido como un jurista prestigioso y coherente que sirvió al Estado actuando de acuerdo al imperio de la ley, Conde-Pumpido será recordado como el leguleyo que sirvió a Sánchez y constitucionalizó un disparate. Al menos, no tardaremos en saber el precio que le pagaron por vender su alma. La Historia no le amnistiará, porque los juristas que tanto le importan siempre recordarán que ni era un gran penalista como su padre ni tampoco un hombre de honor.

Francisco Marhuenda. De la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España. Catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)