El buen salvaje
Hoy puede ser un gran día, pero no lo será
Un presidente que mueve su torre llevándose por delante a la Corona y al Poder Judicial
Hoy sería un día grande, una de esas fechas que uno podría tatuarse, si tatuarse fuera lo que ya no es, si realmente hubiera algo que celebrar, aunque fuera la unidad, como la que se visualizó después del intento de golpe de Estado en Cataluña, hace ya seis años, cuando creímos que el abrazo era el final de tantas sombras. Hoy, sin embargo, lo que veremos en Barcelona es el certificado de una derrota. Ganaron los malos y los que en su momento quisieron castigarlos se muestran ahora a sus pies, así que la protesta será tan necesaria como estéril.
Sánchez seguirá adelante con ese loco plan como de Aguirre, la cólera de Dios, el hombre que persiguió El Dorado, porque esa es su manera, la de Sánchez, de seguir en Moncloa, jugar al deterioro cognitivo de todo un pueblo viejo, el nuestro, cansado ya y en silla de ruedas, con la tele puesta pongan lo que pongan, anestesiado, en vísperas de su muerte sin darse cuenta y parece que sin importarle mucho. Piensa, tal vez, que la izquierda, en su universo vampiro, lo volverá a traer a este mundo y que para estar con la derecha mejor estirar la pata. A ese punto de idiocia hemos llegado, viejos con mentes infantiles. Izquierda, izquierda, derecha, derecha, adelante, detrás, un, dos, tres. Esos conceptos que no dicen nada. Bueno, dicen que se habla de un mundo antiguo en el que vivía Fantomas y no había nacido Elon Musk.
Hoy sería una fecha grande, pero será la ceremonia de un funeral. Y luego llegará el 12 de octubre, el Día de la Fiesta Nacional. ¿Pero de qué nación? Hoy, al menos, hará sol, y un paripé de celebración de un cabreo, venidos arriba por la cantidad de asistentes, alegrará la mañana. El jueves 12 será, por su lado, triste.
Un gran Rey y una aprendiza de Reina en medio de un tablero en el que todas las fichas se dirigen como flechas hacia ellos. Un presidente que enmienda el discurso que pronunció Felipe VI el 3 de octubre de 2017 y los 200.000 folios del sumario del juicio al «procés». Un presidente que mueve su torre llevándose por delante a la Corona y al Poder Judicial. Esa mañana triste habrá corrillos en los que Yolanda Díaz, y no solo ella, previsiblemente vestida de blanco, sonreirá como si lo que está a punto de pasar fuera lo mejor, que de haberlo sabido se habría hecho antes. Será también un día de negaciones, de líneas rojas. «¡Hasta aquí hemos llegado! Después de la amnistía no habrá ninguna facilidad para que se celebre un referéndum». Lo peor es que la Nación se lo creerá.
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