Editorial
El imprevisible factor Puigdemont
La gran mentira debe acabar y los españoles se merecen un gobierno honesto e íntegro que los respete con la verdad. Es urgente. Que Puigdemont sea la llave es una paradoja del destino
Si algo saben todos los agentes políticos de este país es que deambulamos por una legislatura agotada. Está muerta, pero no enterrada, casi desde el instante en que Pedro Sánchez se confabuló con los enemigos de la España constitucional para convertir una derrota clamorosa en las elecciones generales en una mayoría pírrica en las Cortes que le prorrogó en el poder a cambio del más oprobioso episodio de corrupción política de la historia de la democracia con la amnistía ilegal al procés a cambio de siete escaños. Desde aquel instante, lo que podía ir a peor ha seguido su curso natural en este tiempo de alargue que tanto y tan caro nos está costando a los españoles. El régimen sanchista sobrevive sin otro proyecto que consumir el día en un bucle sin fin con la esperanza de alcanzar el 2027. Que llegue o no es materia propia de videntes cuando no de taumaturgos, pero es incuestionable que por delante le aguarda un camino con más espinas que rosas por el que arrastrará al país y a sus ciudadanos. El horizonte judicial no escampará, sino al contrario, y el vértigo parlamentario que causará un escenario continuado de derrotas en el hemiciclo del Congreso alimentará el desgaste. Legislar ha sido una quimera en el primer año de esta legislatura y todo apunta a que la mayoría de facto de la oposición marcará el paso. Cualquier mandatario del mundo libre, sin ínfulas autocráticas, disolvería el Parlamento y daría la voz al pueblo para reanimar la legitimidad quebrantada por el mal gobierno y el abuso de una administración manchada y fraudulenta. Sánchez no lo hará y no rehuirá medio alguno para tal fin. Y, sin embargo, Carles Puigdemont, desde Waterloo, emerge como un renglón torcido en el guion presidencial. Como detallamos hoy en páginas de Nacional, el expresidente de la Generalitat ha decidido tensionar al máximo la gobernabilidad con o sin la amnistía que le prometió Sánchez, con o sin Presupuestos. No parece que la suma de los diputados del PP y Junts, más algunos otros, que ha bloqueado propuestas parlamentarias del Ejecutivo, haya sido una excepción, sino la norma de lo que aguarda a Moncloa. La iniciativa sobre la cuestión de confianza de Sánchez, que Francina Armengol demora en un ejercicio de filibusterismo capcioso, retratará la fragilidad del presidente. Veremos si los cálculos de Moncloa sobre que Puigdemont no llegará a mayores para no poner en juego su posición de fuerza aciertan o bien entiende que es mejor repartir de nuevo las cartas para torcer la partida especialmente en Cataluña. Que Sánchez ceda a la presión y al declive o que se arriesgue en un adelanto electoral nos parecen futuribles casi inviables y bien que lo lamentamos. El país y su gente necesitan un cambio estructural, sistémico, que devuelva la democracia arrebatada. La gran mentira debe acabar y los españoles se merecen un gobierno honesto e íntegro que los respete con la verdad. Es urgente. Que Puigdemont sea la llave es una paradoja del destino.
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