Sin Perdón

La inestabilidad de la coalición

«Se ha reforzado el presidencialismo, que es un efecto no deseado de nuestro modelo constitucional»

Uno de los argumentos que esgrime Sánchez en su campaña de reelección es la estabilidad de su gobierno y que ha aprobado anualmente la ley de Presupuestos. En realidad, es el texto más fácil de aprobar, ya que solo depende de lo que se esté dispuesto a ceder. Por ello, no ha tenido ningún problema, porque comunistas, independentistas y filoetarras aprovechaban la debilidad del gobierno de coalición. No hay más que acudir al Boletín Oficial del Estado para constatar que no estamos ante una exageración o una opinión. Lo mismo sucede con la «pacificación» de Cataluña, porque ha sido a costa de rendirse ante Junqueras y Aragonès. No solo los indultos, sino la desaparición de la sedición y el abaratamiento de la malversación. Es evidente que no fue una negociación o un acto de fuerza del Estado, sino una escandalosa rendición ante aquellos que han dicho, hasta la saciedad, que lo volverán a hacer. No puede utilizar como una victoria la guerra entre ERC y JxCat, porque es un escenario cíclico que responde a la lucha por la hegemonía en el espacio independentista.

Junqueras y Puigdemont se detestan, algo que honra al primero, aunque ahora le sucede lo mismo con su antiguo delfín, Pere Aragonès, que, como era previsible, le ha traicionado. Sánchez preside una coalición inestable y caótica que no se ha roto antes gracias a las cesiones que ha tenido que realizar a la formación liderada por Iglesias, ya que Belarra y Montero son meras marionetas al servicio de los caprichos del fracasado gurú de las ondas. En este escenario de contradicciones e inestabilidad se ha generado, además, un modelo de autoritarismo democrático en el que se ha reforzado el presidencialismo, que es un efecto no deseado de nuestro modelo constitucional, y una colonización de las instituciones públicas. El inmenso error de haber entregado el Tribunal Constitucional está teniendo unas consecuencias demoledoras. Es la consagración del uso alternativo del Derecho y la imposición de una inquietante vía de mutación constitucional por la vía de un refrendo ciego y dudosamente constitucional de las polémicas normas impulsadas por el gobierno socialista comunista. Conde-Pumpido dirige e impone gracias a la mayoría radical de izquierdas, incluido un magistrado como Campo que parecía moderado, su agenda con la mano firme y la brillantez jurídica que le caracteriza. Con gran asombro asistimos al nacimiento de un Tribunal Constitucional que se erige en un nuevo Poder del Estado capaz de impulsar una mutación de nuestra Carta Magna sin pasar por las urnas. Esta capacidad ilimitada en la interpretación es otro efecto no deseado de nuestro modelo constitucional.

Por ello, un escenario donde se repitiera un gobierno socialista comunista apoyado por los independentistas y los filoetarras haría palidecer lo que se ha vivido en estos últimos cuatro años. La exacerbación del presidencialismo, dotándolo de un autoritarismo democrático, nos aproxima con paso firme a los modelos que están triunfando en Iberoamérica, esperemos que sea de forma temporal. Las cesiones de estos cuatro años darán paso a otras mayores para contentar la voracidad ilimitada de los enemigos de España. Hay que preguntarse qué exigirán los independentistas para repetir su apoyo al PSOE. No creo que nadie sea tan ingenuo para creer que les moverá un sano patriotismo o solo obtener mayores recursos para Cataluña a costa de detraerlos del conjunto. Sánchez necesitará a Sumar, que pasará una copiosa factura, pero se puede dar la paradoja que tenga que contar con Podemos. Desde luego, Iglesias no se conformará con una palmadita en la espalda y algunos abalorios.

Por supuesto, hay que incluir a esa amalgama de la España Vaciada, como si los grandes partidos no se preocuparan de esos territorios, que impulsa el líder de Teruel Existe. No buscan más que repetir el modelo que hemos sufrido con los voraces independentistas. Será tener pequeños reinos de taifas al servicio del PSOE. Estamos, en el peor de los sentidos, ante la profesionalización de la política y la modernización del sistema caciquil surgido en la Restauración. Se trata de tener un partido «nacionalista» regional o provincial para colocar a familiares y amigos como sucede en Cantabria, Castilla y León, Asturias, Galicia, Aragón… No hay nada mejor que envolverse en la bandera y buscar un enemigo exterior, aunque sea mentira, siguiendo los pasos del PNV o de la extinta CiU de Pujol. Desde luego, fue muy rentable para todos ellos. Nada mejor que crear chiringuitos personales, como sucede a la izquierda del PSOE, donde encontramos una cantidad enorme de formaciones que permiten que personas de escasa formación y sin profesión se beneficien del ascensor social en que se ha convertido la política. Nada que ver con lo que vivimos con el PSOE, el PP o UCD hasta que el gobierno acabó secuestrado por los desleales grupos minoritarios.

España es una gran democracia y una de las economías más importantes del mundo, pero cabe preguntarse si podrá aguantar durante mucho tiempo el debilitamiento del Estado, el autoritarismo democrático y el presidencialismo exacerbado, el radicalismo en las Cortes, el asalto y la colonización de las instituciones, las exigencias de los independentistas, el despilfarro presupuestario y la espiral de endeudamiento. Todo ello es consecuencia del desprestigio de los políticos, la corrupción, la crisis de deuda soberana y el 15-M, así como la incapacidad de que el PSOE y el PP alcancen pactos de Estado. Hay otros países en la UE que sufren, también, crisis institucionales, además de la económica, así como tentaciones hacia los populismos de uno y otro signo.

Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)