Las correcciones
Los inmortales
La foto del emperador rojo, el zar ruso y el hombre cohete norcoreano es el símbolo de un mundo alternativo
La cadena estatal china CCTV capta las imágenes de los presidentes de China y Rusia, Xi Jinping y Vladimir Putin, caminando frente a un grupo de líderes entre los que destaca los dictadores, el norcoreano Kim Jong Un, de 41 años y el bielorruso, Alexander Lukashenko, de 71 años, antes del desfile militar conmemorativo del 80º aniversario de la victoria sobre Japón y el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Entonces, un micrófono abierto graba la voz del intérprete chino-ruso traduciendo las palabras de Xi: «En el pasado, la gente rara vez alcanzaba los 70 años; hoy en día, dicen que a los 70 años todavía se es un niño». A continuación, el intérprete de Putin asegura en chino que los avances en biotecnología permiten trasplantar continuamente órganos humanos, de modo que una persona puede «rejuvenecer» e «incluso llegar a ser inmortal». Xi añade que hay predicciones de que «en el siglo actual, los seres humanos podrían vivir hasta los 150 años».
Los dictadores siempre han estado obsesionados con la longevidad o la supervivencia, según se mire. Por eso tienden a deshacerse de aquellos que les pueden hacer sombra. Es una paranoia recurrente. La obsesión por la inmortalidad es también la obsesión por el poder. El anillo de Sauron. En concreto, de Putin se ha publicado que cuenta con un equipo personal de médicos, que tiene acceso a un hospital diseñado principalmente para él y que es partidario de la medicina alternativa. Incluso una de sus hijas, la endocrinóloga Maria Vorontsova, ha participado activamente en un programa estatal de genética.
La foto en la que se captó esta disparatada conversación es también un símbolo del nuevo orden mundial. El emperador rojo Xi, el zar Putin, el «hombre cohete» Kim, o el peón Lukashenko escoltados por una treintena de seguidores. Entre ellos, tres europeos (ojo): el húngaro, Viktor Orban, el eslovaco, Robert Fico y el serbio, Aleksandar Vučić. Diría que los reunidos no son tanto aliados políticos como socios heterogéneos unidos por un interés común: su resistencia contra la hegemonía de Estados Unidos. Para ellos, el imperio del mal.
Xi aprovechó su discurso para dar su visión personal sobre China y el mundo. Arremetió contra “los matones”, del pasado y del futuro en una clara advertencia al presidente de Estados Unidos, Donald Trump. «Los chinos se unen para desafiar al enemigo. Luchan por la supervivencia del país, por el rejuvenecimiento de la nación china y por la justicia para toda la humanidad», afirmó tras un espectacular despliegue de fuerza y músculo militar. Al crear el primer ejército desde la caída de la Unión Soviética capaz de desafiar la máquina de guerra de Estados Unidos, Xi cree que está actuando en nombre de la humanidad, no solo de los intereses chinos. El gigante asiático aprovecha el caos trumpista para presentarse como una potencia estable y racional. Pero Europa no puede dejarse engañar. Detrás del “renacimiento imparable” de la nación China declarada por Xi Jinping está su obsesión por ser un “poder global” que promueve relaciones de dependencia y no de iguales. En diez años, Europa ha permitido que se duplique su déficit comercial con Pekín, entrando en un terreno peligroso. ¿En qué ha quedado nuestro deseo de autonomía estratégica europea? En papel mojado.