Canela fina
El intento de linchar a Pablo Iglesias
«Se puede discrepar de fondo de Iglesias, pero sin insultos ni insidias, con el respeto debido al hombre que llegó a cosechar cinco millones de votos»
No seré yo el que me sume al linchamiento de Pablo Iglesias. Estamos en año electoral y numerosos articulistas, también algunos tertulianos, multiplican sus ataques contra el líder podemita, a veces con inadmisibles insultos y descalificaciones irrazonables.
Aunque pretenda desmontarla desde dentro, Iglesias tiene sitio en la Monarquía de todos que, durante casi cuarenta años, defendió Don Juan desde el exilio contra la dictadura de Franco. Ideológicamente estoy muy lejos de lo que el podemita propugna. Pero a Iglesias hay que combatirle con argumentos y razones; con el respeto debido a un hombre que cosechó en su día más de 5.000.000 de votos y que mantiene todavía alto respaldo popular.
Con Pablo Iglesias se puede hablar de arte y literatura, de filosofía y ciencia. Es un intelectual que carga sobre sus hombros un notable equipaje cultural. Políticamente convirtió a Pedro Sánchez en presidente del Gobierno, orquestando una moción de censura, que concluyó con Rajoy escabechado. Tras las algaradas del 15-M, le ha acompañado siempre, en mayor o menor proporción, el voto popular. No engaña a nadie. Está en su sitio. El político que engañó a sus votantes durante la última campaña electoral no fue Iglesias sino Sánchez. Y aunque el presidente del Gobierno le vetó personalmente tras las elecciones de abril de 2019, tuvo que aceptarle para continuar en el poder porque en los comicios de noviembre de aquel año, los podemitas mantuvieron una alta votación. Sánchez se tuvo que tragar a Iglesias, el cual se convirtió en vicepresidente y demostró fuerza dialéctica en los debates del Congreso. Cuando se dio cuenta de que Podemos se haría extraparlamentario en las elecciones madrileñas, desembarcó del Gobierno y consiguió diez diputados –tres más de los que tenía– en la Asamblea de la Comunidad. Cualquier otro habría echado las campanas al vuelo. Iglesias, consciente de que Gabilondo no había obtenido el resultado necesario para formar Gobierno en Madrid, se apartó de la acción política directa. Pudo beneficiarse de las puertas giratorias y presidir una gran empresa pública. No lo hizo. Regresó a su trabajo profesional en la televisión y en la Universidad. Publicó dos libros excelentes y mantuvo su presencia pública. Como es lógico, se puede discrepar de sus posiciones políticas, pero desde el respeto, sin insultos ni insidias, sin ese intento de linchamiento para reducirlo a cenizas de la nada.
Luis María Anson, de la Real Academia Española.
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