Aquí estamos de paso

Mari Tere

Con su marcha se va una parte de este oficio pegada a la calle y al latido de la gente

Hoy solo puedo escribir sobre ella. Mari Tere –como tal la conocí y así ha estado presente desde entonces en mi vida– ha muerto, y ese adiós me ha sacudido esta mañana al escuchar las noticias en la radio. Su voz, reducida ya por el cansancio de los últimos tiempos, ha sido lo primero que me ha llegado a la hora en punto en que me conectaba. Señales horarias, y ella. No hicieron falta más explicaciones. Oír su voz a esa hora temprana abriendo un informativo era el anuncio sin palabras de que lo peor de lo que en la víspera nos temíamos había sucedido.

Hay claves, códigos no escritos ni hablados en la radio que anticipan o explican más allá de la realidad que cuentan. Yo aprendí a entenderlos y practicar con ellos gracias a Mari Tere. Fue mi primera maestra en esto de contar, el referente que abrió mi amor por la radio y me dio las primeras lecciones sobre cómo moverse con las herramientas que te brinda la voz.

Era decidida, intrépida y original.

Venía de Málaga, de la emisora de Radiocadena española allí, para hacerse cargo de los Servicios Informativos centrales en la calle Ayala de Madrid. Llegó con dos niñas, y dejando atrás escombros dolorosos que no consiguieron lastrar la vida que estaba dispuesta a iniciar en la capital. Se convirtió inesperadamente en mi jefa, en la responsable de un equipo de jóvenes periodistas que sólo necesitábamos un poco de estímulo y algo de guía para animarnos a la conquista. Nos pinchó. Nos enseñó a organizar los guiones, a ordenar los temas, a orientar las noticias. Alentó nuestras ganas, nos exigió cuidar textos y lecturas. Yo sentí que empezaba a aprender de verdad el oficio de la radio. Era incansable y exigente. Pero también leal y cariñosa.

Aquel torbellino de cuarentaytantos quería hacer las cosas bien y tenía un objetivo. El personal eran sus hijas, el profesional, la televisión. Venía de la radio, de saber hablar y relatar historias, pero miraba al horizonte de un trabajo de más recorrido y otra forma de contar.

Ninguno de los que trabajábamos con ella dudamos de que lo conseguiría. Por ambición, por carácter, por ganas y, sobre todo, por talento.

Fue llegar a la tele y meterse al país en el bolsillo. Enterito. La Campos llenó la pantalla de formas distintas y personales de hacer las cosas. Bebió de la mejor fuente posible, el maestro Hermida, para seguir elevándose y tejer un estilo propio mucho más cercano y popular que sus predecesores.

Recuerdo cierta actitud displicente de parte de la profesión hacia María Teresa Campos y su forma de hacer las cosas. Como mal hablando de su estilo de calle y popular. De «maruja» decían. Los que la conocíamos como periodista de raza sabíamos que aquello era una forma precisa y eficaz de cumplir su misión profesional: contar las cosas que importan a su público de la mejor y más sencilla forma posible.

Hoy ya no está. Y con su marcha se va una parte de este oficio pegada a la calle y al latido de la gente.

Querida Mari Tere, te vamos a echar de menos. Mucho más de lo que muchos imaginan.

Descansa en paz, Jefa.