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La mentira política

«La mentira es una base muy peligrosa para tomar decisiones políticas porque es incompatible con la racionalidad»

Es fama que la mentira en política (como en todo lo demás) destruye la confianza de los ciudadanos en su gobierno. Pero no solo eso, también mina la fe en las instituciones e incluso en los medios de comunicación. Cuando se miente de forma recurrente, cuando precisamente la mentira no solo es el instrumento, sino el recurso habitual del que se sirve el poder, se destruye la legitimidad y la autoridad de quienes así operan sin escrúpulo ni medida. Cuando las cuentas que rinden los políticos son palmariamente postizas, falsificadas, falaces, la ciudadanía se enfrenta a ese escenario y acaba por descubrir el embuste.

Quienes toleran la patraña lo hacen por un acto de fe, de servilismo creyente en «sus» líderes tramposos. Los contribuyentes que descubran finalmente la mendacidad, no tendrán motivos para acatar las leyes, al ser conscientes de que quienes las imponen son los primeros en violarlas. La mentira recurrente en política logra que, incluso cuando los gobernantes mentirosos hacen bien las cosas, no sean creídos, tal y como enseñaba el viejo cuento de «Pedro y el lobo»; Pedro había mentido tantas veces a sus vecinos anunciando que venía el lobo que, cuando llegó el lobo de verdad, nadie lo creyó y el lobo se los comió a todos. El político gobernante que miente a los ciudadanos les falta al respeto, los considera incapaces de razonar y de sentir, no tiene ninguna consideración por la dignidad y la libertad de la ciudadanía que lo mantiene en el poder y le otorga una potestad y una autoridad que, en verdad, ningún mentiroso merece.

La mentira es una base muy peligrosa para tomar decisiones políticas porque es incompatible con la racionalidad, de manera que un gobernante mentiroso ejecutará disposiciones que siempre pongan en riesgo el bien común. Y aunque dicho gobernante crea que la mentira le protege a él personalmente, llegará el momento en que descubra que ninguna falacia sirve para tomar decisiones bien informadas, con lo que tarde o temprano le pasará factura, incluso personal. No solo el bien común se verá perjudicado por sus mentiras, sino también su bien y seguridad individual lo estarán, a no mucho tardar.