La situación

Negociar con un prófugo

«Pedro Sánchez maneja, incluso mejor que Felipe González, la cadencia de las polémicas, hasta atreverse con todo»

Hoy se cumple una semana del día en el que vimos la imagen de un alto dirigente del PSOE sentado con un prófugo de la justicia. En la política española ocurren muchas cosas que no pueden ocurrir y, por tanto, esa foto provocó la lógica conmoción, pero no deja de ser una más. Moncloa asume esos costes de imagen, mayores o menores, y sigue remando sin mirar atrás.

Hace muchos años, cuando no existía internet y las noticias tenían una esperanza de vida más larga (ahora lo que ocurre por la mañana, es una antigüedad por la tarde), el efecto de un hecho polémico tenía cierta durabilidad. Y, a pesar de eso, quienes ejercían la política ya sabían que la memoria de la sociedad es limitada y determinados escándalos tenían las horas contadas. Por ejemplo, se cuenta que en cierta ocasión, Felipe González iba a tomar una decisión impopular, sus asesores le dijeron que eso tendría un alto precio político, y el presidente respondió: «solo serán dos días de periódicos».

Hay asuntos en los que Pedro Sánchez está en las antípodas de González, pero el actual líder socialista maneja, incluso mejor que Felipe, la cadencia de las polémicas, hasta atreverse con todo. Porque, piénsenlo con detenimiento: el presidente del Gobierno de un país de la Unión Europea negocia (y quizá pacte) con un prófugo al que los jueces persiguen desde hace seis años por haber cometido graves delitos contra la integridad nacional, tratando de demoler la Constitución; negocia con ese prófugo para asegurarse el poder, amnistiando a todos los que con él participaron de esos delitos; y, además, le regala una foto antes de haberse asegurado sus votos.

Que después de esa imagen poco decorosa, el prófugo haya forzado la maquinaria de la negociación hasta humillar a sus interlocutores socialistas, es solo el desarrollo natural y esperable de los acontecimientos.

El genial escritor argentino Jorge Luis Borges dejó dicho que «los peronistas no son buenos ni malos, son incorregibles». Aplíquese la reflexión a los independentistas. Que se pueda considerar que son buenos o malos, es una opinión. Que son incorregibles es un dato.