Tribuna
Nostalgia del Acuerdo
Tordesillas sigue siendo ejemplo de acuerdo, como lo es la Hispanidad
No hace mucho tiempo viví en Sintra un encuentro de historiadores de Portugal y España bajo la dirección de Manuela Mendonça y Emilio de Diego, en torno a la idea fuerza: «La Raya o Fronteira que nos une». No se indagaba sobre lo que nos había separado a lo largo de la Historia, sino los muchos lazos que nos unieron y nos unen hoy, formando parte de un común proyecto europeo.
Hoy, 12 de octubre, revivo aquellos testimonios buscando una bocanada de aire fresco, cuando el mundo que nos rodea vuelve a la guerra como maltrecho y cruel intento de solución a desavenencias políticas, religiosas o sociales. Cuando las fronteras –Dniéper, Gaza, incluso Ceuta y Melilla– en lugar de ser puntos de encuentro, se han convertido en zonas de fricción, donde rebrota una crueldad que, si no la viésemos en directo, juraríamos es imposible. «Cuando el crimen ciego y premeditado contra mujeres y niños, cuando el secuestro de personas ajenas a todo conflicto y cuyo único crimen es ser judíos, cuando la profanación de cadáveres de hombres y mujeres que, en su caso, son desnudadas y sus cuerpos abusados para regocijo público... se ha llegado al límite máximo del salvajismo, se ha echado por tierra cualquier causa que antes podía ser considerada como legítima», escribe Maxo Benalal Bendrihem exdiputado de mi Parlamento Balear y Secretario de la Federación de Comunidades Judías de España.
Incluso en esta misma España, jugamos a la ruleta rusa sobre fronteras ideológicas, políticas o lingüísticas que nos separan, cuando deberíamos estar más unidos que nunca, (1) ante el incierto futuro de acceso a los recursos naturales, reservas energéticas, calentamiento global, cambios sociales, presiones migratorias, odios –repito–, que nos rodean.
España y Portugal supieron encontrar puntos de encuentro cuando tras el descubrimiento del Nuevo Mundo y la apertura de las rutas de Oriente, se vivió un decisivo tiempo que cambió el rumbo de la Historia. La caída de Constantinopla en manos turcas cerró el oriente Mediterráneo, obligando a buscar rutas alternativas para llegar a la riqueza del comercio de las especias en las que Portugal llevó la iniciativa. Nadie –salvo contados iluminados– duda en discutir hoy la importancia de otras rutas hacia poniente que llevaron al descubrimiento de América, debido no solo al carácter indomable de un Cristóbal Colón, sino sobre todo a la unidad y fortaleza de una España que consolidaron los reyes Isabel de Castilla y Fernando de Aragón unidos en algo más que un matrimonio. «La línea de demarcación del Tratado de Tordesillas en su primera versión de 1494, cuya precisa ubicación fue siempre un problema en el reparto hispano luso del mundo, constituyó también una solución antibélica», nos recuerda un inagotable Ramón Tamames en su obra, «La mitad del mundo que fue de España» hoy, de más que recomendable lectura. «El texto acordado no fue ni perfecto en su configuración ni determinante en su aplicación, siempre con la insuficiencia de fijar claramente una línea de demarcación a un lado y a 180 grados de distancia la otra. Pero redujo el número de posibles conflictos. De ahí que aún se cite como modelo histórico de acuerdo, para disminuir hoy la posibilidad de guerra entre dos superpotencias, China y EE.UU.». Apuesta Tamames en un próximo trabajo, por «no caer en la Trampa de Tucídides» cuando se refiere a las cada día más tensas relaciones entre estas potencias. La tesis del soldado e historiador ateniense (480 a.C.-396 a.C.) es puesta como ejemplo tanto por Kissinger como por el politólogo estadounidense Graham T. Allison que hizo suyo el término de la «trampa», desde que la publicó en el «Financial Times» en 2015.
Recuerda lo que refiere el autor de «La Guerra del Peloponeso»: «fue el surgimiento de Atenas y el miedo que infundió en Esparta, lo que hizo que la guerra fuera inevitable». Es la tendencia histórica hacia la guerra, cuando una potencia en ascenso –emergente– como Atenas, desafía a una potencia dominante –consolidada– como Esparta. Allison analiza profundamente dieciséis casos de fricción en los que se daban estas circunstancias, de los que doce acabaron en guerra y otros cuatro, bien por negociaciones o por disuasión, evitaron el conflicto armado. Y cita como ejemplar Tordesillas, acordado entre una potencia marítima consolidada como Portugal y una emergente como España. Tordesillas sigue siendo ejemplo de acuerdo, como lo es la Hispanidad. Elvira Roca Barea, cuyos esfuerzos por dinamitar la Leyenda Negra son impagables, la define como «una cultura inmensa, proteica, de una diversidad inverosímil e impredecible en su maravillosa unidad».
Hoy 12 de octubre, con cariñosas excepciones, 600 millones de personas hermanadas en torno a esta inmensa cultura, lo celebramos.
(1) Fleur Hassan-Nahoum, vicealcaldesa de Jerusalén, cercana a nosotros como gibraltareña, ha declarado: «Hemos pasado los últimos ocho meses peleándonos entre nosotros; como país hemos estado muy desunidos; y no hay que ser un genio para ver que el enemigo se aprovecha cuando lo ve».
Luis Alejandre Sinteses general (r).
✕
Accede a tu cuenta para comentar